domingo, 22 de marzo de 2020

UNA LUZ NUEVA

Es Domingo
Una luz nueva resucita la mañana
Con su mirada inocente
llena de gozo y de gracia…

Los versos iniciales de este himno de las laudes “per annum” de la primera semana del salterio son, invariablemente, la cantinela que me viene espontáneamente a la memoria, cuando el despertador llama cada domingo a una jornada que comienza con la misa de las nueve y media, sigue con la de las doce, repleta por la presencia de nuestros queridos niños, y se prolonga en la tarde en el oasis de la hora santa de adoración, con sus vísperas solemnes, y la última misa del domingo.  La jornada dominical  de un sacerdote, acaba recitando en las “Completas” (la oración de la noche), los versos de otro himno:


Gracias, porque al fin del día
Podemos agradecerte
los méritos de tu muerte
y el pan de la Eucaristía…

Yo, cómo vosotros, intento que no me domine la desesperanza y el desánimo, por eso no dejo de hacer las cosas “como si tuviera que hacerlas”; me explico: Los sábados suelo poner por orden las ideas que a lo largo de la semana he ido reflexionando a la luz de la liturgia de la Palabra del domingo,  y elaboro un pequeño guion de la homilía que luego desarrollo en la misa, donde no falta la asistencia del Espíritu Santo; pues bien, ayer me senté, como todos los sábados, en mi estudio de casa a preparar la homilía, cómo si no pasara nada, y pensado que os tenía que predicar, como es mi obligación, el domingo. Por eso, con vosotros comparto mis “notas”, que me ayuda a vivir este domingo con “cierta normalidad” y alegría.



IV Domingo de Adviento. Notas para la homilía:

Es el cuarto domingo de la Cuaresma. Pueden usarse los ornamentos de color rosáceo que expresan cromáticamente (como ocurre con el tercero de Adviento) que estamos cerca de la Pascua Florida. La oración colecta de la misa nos urge: “… haz que el pueblo cristiano se apresure con fe viva y entrega generosa, a celebrar las próximas fiestas pascuales…”



En el horizonte se vislumbra ya la Luz de Cristo Resucitado y Glorioso, que es la meta natural de la Cuaresma y, por eso, en el Ciclo A, que es el que leemos este año, todo nos habla de Cristo Luz del Mundo que, junto con el evangelio del pasado domingo y el del próximo, forman la trilogía cristológica Agua-Luz-Vida.

.- La primera lectura, tomada del primer libro de Samuel nos invita a mirar a las personas y los acontecimiento a la luz de los ojos de Dios “pues el hombre mira a los ojos, más el Señor mira el corazón”.

.- En la epístola a los efesios el apóstol de las gentes nos recuerda que la vocación cristiana es ser luz por el Señor, y que la consecuencia práctica de “ser luz” es vivir como “hijos de la luz, en bondad, justicia y verdad”.

.- El episodio del ciego de nacimiento, largamente narrado en el Evangelio de San Juan, nos transmite la declaración de Jesús que es el núcleo de la liturgia de este domingo: YO SOY LA LUZ DEL MUNDO, QUIEN ME SIGUE NO CAMINA EN TINIEBLAS, SINO QUE TENDRÁ LA LUZ DE LA VIDA.

El “signo” de la vista recobrada por el ciego, es una imagen de la transformación que se obra en el alma por el bautismo, por medio del cual pasamos de las tinieblas del pecado a la luz de la vida en cristo; de la ceguera espiritual al conocimiento de Dios.

La cuaresma en la que nos encontramos es tiempo de prepararnos a renovar, en la noche Santa de la Pascua, las promesas del Santo Bautismo, por el que un día fuimos traslados de las tinieblas del pecado a la luz de Cristo.

Que nuestra O.C.A (Oración, Caridad, Ayuno) nos siga marcando el camino hacia la Pascua de la Luz.



A las 12, si Dios quiere, después de rezar el Ángelus, celebraré la Santa Misa; no solo del todo, pues Dios siempre nos pone a los sacerdotes en las parroquias “ángeles de la guarda”, y estos días yo tengo uno de ellos, que, con las debidas precauciones, participa y me ayuda en la Misa. En esta circunstancia extraordinaria él representa a toda la Iglesia, y a cada uno de vosotros en el “Sacrificio agradable al Padre”.



Y para que no nos falte el recuerdo de nuestro domingo, os pongo las fotos del último que hemos celebrado con normalidad, en la espera del próximo “normal”, que va a ser una auténtica fiesta. Mientras, paciencia, y cuidaros mucho. No olvidéis dedicar algún tiempo a Dios y a las cosas de Dios. Recordad que es "el Día del Señor" no el del coronavirus.

Juan Manuel










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