domingo, 15 de mayo de 2022

ORDENACIÓN SACERDOTAL EN DON BENITO

 

Ha llegado en estos días desde el obispado la comunicación de una buena noticia que nos llena de alegría: El sábado 18 de junio -víspera del Corpus- a las once de la mañana, en la parroquia de Santiago de Don Benito, será ordenado sacerdote el diácono Francisco José Parejo Andrada. El obispo que le confiera el sacramento del orden será el administrador apostólico Don Ciriaco Benavente Mateos, pues nuestra diócesis es otra vez “sede vacante”.

Francisco José, es natural de Don Benito; fue ordenado diacono el pasado mes de octubre, tras completar sus estudios sacerdotales en el seminario diocesano de Plasencia, unido al teologado de Ávila, que a su vez está en Salamanca, adscrito  académicamente a la universidad pontificia (galimatías no fácil de entender al profano en estas lides, pero así es). 

En este periodo de diaconado ha estado vinculado a la unidad pastoral de Orellana-Madrigalejo, trabajando como parte integrante del equipo sacerdotal en la atención pastoral de diversas comunidades parroquiales: Acedera, Madrigalejo, Orellana la Sierra, Orellana la Vieja y Vegas Altas.

Como es costumbre al uso, “cantará” la primera misa en su parroquia, que es la de San Juan de Don Benito –encomendada a los PP. Claretianos-  en la tarde del día siguiente a la ordenación, el 19 de junio, solemnidad del Corpus Christi.

Damos gracias a Dios, entre otras muchas cosas, porque en una torre de Don Benito, después de muchos años, volverá a ondear de nuevo una bandera blanca.

En el momento presente nuestro seminario diocesano no cuenta con ningún seminarista, caso único en toda su dilatada historia. Esto significa que en muchos años (por los menos siete, contado con la posibilidad que el próximo curso ingresara algún alumno) no habrá ordenaciones sacerdotales, ni se renovará mínimamente el presbiterio diocesano, ya de por sí muy mermado y con una edad media alta.

Esto debe ser motivo de preocupación para todos los diocesanos, y no digamos para el obispo que venga, pues una diócesis con cero seminaristas es -permítaseme el ejemplo- como una familia sin hijos… desaparecerá cuando muera el último de los cónyuges. Siempre quedará la solución del llamado “clero misionero” que es la que se viene empleando hace algunos años, es decir, sacerdotes venidos de otros lugares del mundo que prestan servicio por un determinado tiempo a una Iglesia local incapaz de proveerse a sí misma de presbíteros. Pero esta solución, del todo legítima porque la Iglesia es Católica (=universal), no puede ser el ideal de una diócesis, que para ser plenamente tal necesita entre otras cosas de un presbiterio suficiente, cohesionado, estable e inculturizado en la realidad propia de cada Iglesia particular. A muchos misioneros “ad gentes” he oído decir que una Iglesia en territorios de misión  solo puede considerarse verdaderamente implantada, cuando se surte de sus propios obispos y sacerdotes.

Por eso es muy necesario orar por las vocaciones y crear una cultura vocacional, y que el obispo que nos llegue ponga toda la fuerza de su ministerio en este tema, porque, sin él, todos los demás están de sobra. Y también sería muy conveniente hacer, a nivel de instituciones diocesanas, un profundo y serio “examen de conciencia” de las causas por las que hemos llegado a esta situación, pues, aunque es verdad que las vocaciones han descendido notablemente en todo lo que llamamos el primer mundo, sin embargo no todas las diócesis –y me refiero ahora solo a España- están en el mismo estado que la nuestra, pues hay seminarios que sí son verdaderamente “primaverales”, y porque lo son los seminarios lo son también las diócesis.

Dicho todo lo anterior ¿no sería conveniente girar la mirada hacia los seminarios “florecientes” para ver cuál es el "secreto" por el que sus puertas siguen abiertas, y los muchachos siguen llamando a ellas para ser sacerdotes? Porque a lo mejor es que hemos sido como los malos estudiantes, que son tan malos que no saben ni siquiera distinguir quien es el alumno más brillante, para copiar en el examen de él, y no del mas burro de la clase.

Juan Manuel Miguel Sánchez

Párroco


jueves, 12 de mayo de 2022

UN REGALO PARA TODOS LOS NIÑOS QUE HACEN LA PRIMERA COMUNION


Hemos comenzado la celebración de las primeras comuniones, por eso estas semanas están dedicadas especialmente a los más pequeños, que tras su periodo catequético se disponen a acercarse a la mesa del altar: Catequesis “ad hoc” sobre el momento inminente que van a vivir, ensayos de la ceremonia, que siempre es sobria y sin concesiones a las improvisaciones, y muchos menos a “originalidades” que nada tiene que ver con la liturgia y con el misterio que se celebra, y el sacramento de la penitencia, preparado con tanto esmero como la primera comunión, pues es ahí donde realmente se dispone el alma del niño para el gran encuentro con Jesús, y ellos lo saben muy bien.

En estas cosas andaba yo, vísperas de inicio del ciclo de primeras comuniones, cuando un amable caballero se presentó con un envoltorio en el despacho parroquial, donde estoy invariablemente todas las tardes a hora fija, para atender a quien viene:

. - “Buenas tardes Don Juan Manuel, aquí vengo a traerle una cosa; es un cuadro que he pintado para mi nieto que hace la comunión el sábado, pero luego he pensado mejor que sea para todos los niños, por eso se lo traigo para que lo coloque si quiere en algún lugar de la parroquia”.

Me sorprendió la iniciativa, y muchos más el original regalo cuando el envoltorio lo dejo al descubierto. Se trataba -como se pueden comprobar en la fotografía- de un sencillo dibujo, de tipo lineal, aunque coloreado suavemente, al modo de esos “mándalas” hoy tan en boga, enmarcado en una sencilla moldura en color natural y protegido por un cristal. Aparentemente el tema del dibujo no me pareció religioso, ni mucho menos eucarístico, ni relacionado con la primera comunión, y la verdad es que pensé que qué ocurrencias tiene la gente; pero como ocurre tantas veces “las apariencias engañan”,  pues enseguida el donante me “interpretó” el regalo, que él mismo había elaborado con enorme cariño.

. - “Mire, se lo voy a explicar, porque dirá usted que qué es esto: El círculo central representa a Jesús, y cada una de esas hojas a cada uno de los niños que van a hacer la comunión, para que estén siempre unidos a Jesús como lo van a estar en su primera comunión.”

Recordé entonces aquella parábola Evangélica: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante… (Jn 15, 1 ss)”

Era lo mismo, exactamente lo mismo, expresado con la fe sencilla de un abuelo, emocionado por la continuidad de la fe en su familia que se ponía ahora de manifiesto en la primera comunión de su nieto, con el deseo que el niño, y todos los niños que reciben estos días a Jesús, no se aparten nunca de Él, “porque sin Mí no podéis nada”.

Ni que decir tiene, que el donante me proporcionó el tema de la pequeña homilía que suelo tener en la misa de la primera comunión, que fue “audio-visual” (con el cuadro enarbolado en la mano derecha mientras hablaba, para gozo y emoción del abuelo), y que en los próximos días lo colgaremos en algún lugar del centro parroquial, como un bonito recuerdo de la fe de tanta gente que, sin haber estudiado en las cátedras del saber, han mantenido la fe y saben la teología necesaria para ser buenos cristianos, aprendida en las catequesis de sus parroquias y en la predicación del Evangelio de sus párrocos.

La pena es que, desde hace más de cincuenta años, en muchos lugares el catecismo haya sido sustituido por el “recorta, pinta y pega”, y la predicación del Evangelio, en muchos casos, por manifiestos sociales, y así tengamos el panorama que tenemos de ignorancia religiosa. Ojalá y caigamos cuanto antes en la cuenta de que ese camino no ha llevado ni llevará a ningún sitio.

Mis felicitaciones a todos los niños que en este mayo-junio “florido y hermoso” van a hacer la primera comunión. Que estén siempre muy unidos a Jesús, como los sarmientos a la vid… como las hojas en torno a la flor…

Juan Manuel Miguel Sánchez

Párroco.