Hemos comenzado la celebración de
las primeras comuniones, por eso estas semanas están dedicadas especialmente a
los más pequeños, que tras su periodo catequético se disponen a acercarse a la mesa
del altar: Catequesis “ad hoc” sobre el momento inminente que van a vivir,
ensayos de la ceremonia, que siempre es sobria y sin concesiones a las
improvisaciones, y muchos menos a “originalidades” que nada tiene que ver con
la liturgia y con el misterio que se celebra, y el sacramento
de la penitencia, preparado con tanto esmero como la primera comunión, pues es
ahí donde realmente se dispone el alma del niño para el gran encuentro con
Jesús, y ellos lo saben muy bien.
En estas cosas andaba yo,
vísperas de inicio del ciclo de primeras comuniones, cuando un amable caballero se
presentó con un envoltorio en el despacho parroquial, donde estoy invariablemente todas las tardes a hora fija, para atender a quien viene:
. - “Buenas tardes Don Juan Manuel, aquí vengo a traerle una cosa; es
un cuadro que he pintado para mi nieto que hace la comunión el sábado, pero
luego he pensado mejor que sea para todos los niños, por eso se lo traigo para que lo
coloque si quiere en algún lugar de la parroquia”.
Me sorprendió la iniciativa, y
muchos más el original regalo cuando el envoltorio lo dejo al descubierto. Se
trataba -como se pueden comprobar en la fotografía- de un sencillo dibujo, de
tipo lineal, aunque coloreado suavemente, al modo de esos “mándalas” hoy tan en
boga, enmarcado en una sencilla moldura en color natural y protegido por un
cristal. Aparentemente el tema del dibujo no me pareció religioso, ni mucho
menos eucarístico, ni relacionado con la primera comunión, y la verdad es que
pensé que qué ocurrencias tiene la gente; pero como ocurre tantas veces “las
apariencias engañan”, pues enseguida el
donante me “interpretó” el regalo, que él mismo había elaborado con enorme
cariño.
. - “Mire, se lo voy a explicar, porque dirá usted que qué es esto: El círculo
central representa a Jesús, y cada una de esas hojas a cada uno de los niños
que van a hacer la comunión, para que estén siempre unidos a Jesús como lo van
a estar en su primera comunión.”
Recordé entonces aquella parábola
Evangélica: “Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos, el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante… (Jn 15,
1 ss)”
Era lo mismo, exactamente lo
mismo, expresado con la fe sencilla de un abuelo, emocionado por la continuidad
de la fe en su familia que se ponía ahora de manifiesto en la primera comunión
de su nieto, con el deseo que el niño, y todos los niños que reciben estos días
a Jesús, no se aparten nunca de Él, “porque
sin Mí no podéis nada”.
Ni que decir tiene, que el
donante me proporcionó el tema de la pequeña homilía que suelo tener en la misa
de la primera comunión, que fue “audio-visual” (con el cuadro enarbolado en la
mano derecha mientras hablaba, para gozo y emoción del abuelo), y que en los
próximos días lo colgaremos en algún lugar del centro parroquial, como un
bonito recuerdo de la fe de tanta gente que, sin haber estudiado en las
cátedras del saber, han mantenido la fe y saben la teología necesaria para ser
buenos cristianos, aprendida en las catequesis de sus parroquias y en la
predicación del Evangelio de sus párrocos.
La pena es que, desde hace más de
cincuenta años, en muchos lugares el catecismo haya sido sustituido por el
“recorta, pinta y pega”, y la predicación del Evangelio, en muchos casos, por
manifiestos sociales, y así tengamos el panorama que tenemos de ignorancia
religiosa. Ojalá y caigamos cuanto antes en la cuenta de que ese camino no ha
llevado ni llevará a ningún sitio.
Mis felicitaciones a todos los
niños que en este mayo-junio “florido y hermoso” van a hacer la primera comunión. Que
estén siempre muy unidos a Jesús, como los sarmientos a la vid… como las hojas
en torno a la flor…
Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco.
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