jueves, 28 de mayo de 2020

ACLARANDO DUDAS O COSAS QUE NADIE EXPLICA

¿HAY FECHAS O ÉPOCAS DETERMINADAS PARA RECIBIR LOS SACRAMENTOS?

Desde el principio ya digo que no. Rotundamente, no. En cuanto que los sacramentos son cauces ordinarios de la Gracia, necesarios para la salvación, no pueden estar limitados a ninguna condición temporal, y cuando se piden razonablemente nadie los puede negar.

Otra cosa es que, para algunos de ellos, la Iglesia, con el fin que su recepción sea más consciente y fructífera, “recomiende” unas determinadas condiciones para su celebración, que pueden consistir en una formación básica, o que se celebren en un determinado tiempo litúrgico como “época” más propicia, pastoral y catequéticamente hablando, o que se celebren unidos a otros fieles que desean lo mismo, para resaltar la dimensión comunitaria o darles un carácter más festivo y solemne.

Así por ejemplo, refiriéndonos ahora solo a los “tiempos”,  se “recomienda” no administrar el bautismo en Cuaresma; o  que a ser posible tampoco se celebre en este tiempo el sacramento del matrimonio, y que si se hace, se “advierta” a los novios del carácter penitencial del mismo (permítanme una sonrisa pensado que ¿para qué esa advertencia? ¿acaso suprimirán el postre o el baile?).

En lo referente a la primera comunión y a la confirmación, se “recomienda” que se administren en la Pascua (tiempo que va del Domingo de Resurrección al de Pentecostés), por tratarse de dos sacramentos eminentemente “pascuales”.

Pero todo estos no son más que eso, “recomendaciones”. Luego la realidad es la que es:

.- Son muy pocas las parroquias que “cierran la pila” durante la cuaresma (en Don Benito tengo que decir que sí es costumbre seguida por las cuatro parroquias).

.- No sé de ninguna parroquia que recomiende no casarse en cuaresma; e imagino que nadie que se haya casado en este tiempo penitencial, habrá sido invitado por su párroco a celebrar su boda con “austeridad cuaresmal”, pues hasta algún miembro de nuestra familia real contrajo matrimonio en plena cuaresma, sin que nada se notara en la misa (con varios obispos de por medio) ni en la mesa.

.- Con las primeras comuniones y confirmaciones hay que reconocer que sí somos más “cumplidores” de las “recomendaciones”, seguramente porque “el tiempo recomendado” para estos sacramentos es el de la Pascua Florida, que coincide en nuestro hemisferio con la estación de la primavera, y viene de “perilla”, pues el buen tiempo invita a la fiesta;  y, para más gozo, coincide  también con el final del “curso escolar”, que hemos adoptado en la Iglesia como referente temporal de casi todas las “actividades pastorales”, que saturan el curso, dejando libre los meses de verano.

Vuelvo a repetir que, en lo que se refiere al “tiempo” de su celebración, no hay más que “recomendaciones”. Yo mismo he “dado” la comunión a niños por diversos motivos en Julio, octubre o Navidad. Y no pasa absolutamente nada, siempre que el niño haya recibido la adecuada instrucción, acorde con su edad, según lo establecido por el Papa San Pío X, que fue el papa que admitió a los infantes a la mesa eucarística.

Igual que existe una "recomendación para el "tiempo" de los sacramentos, existe otra para el "dia de la semana" como el mas propicio para su celebración: EL DOMINGO, especialmente para aquellos que tienen un carácter “colectivo” y festivo.

Y esto es lo verdaderamente a mí me preocupa: La pérdida del sentido cristiano del domingo; no me refiero ahora a nivel de costumbres sociales, donde ya se han dado pasos agigantados para eliminar toda referencia cristiana del mismo, como en tantas otras cosas, sino dentro de la misma Iglesia, pues hace tiempo, que con "buena intención" -pienso-  nos hemos "cargado" el domingo.

Hay que reconocer que la cosa empezó hace cincuenta años, adelantado  la posibilidad del cumplimiento del precepto dominical a la tarde del sábado, como una concesión a aquellos que tenían dificultad para cumplir el precepto (cuando no hay ningún precepto que obligue siendo imposible su cumplimiento, como ha ocurrido durante la pandemia); pero si bien el deseo era loable, a lo que en realidad hemos llegado es a que hay más gente en misa el sábado por la tarde que el domingo, que es el día del Señor, que ha quedado para muchos católicos como un día de ocio sin referente religioso.

Es curioso, por ser sintomático, lo que se refiere al "día de la semana" recomendado para el sacramento del orden sacerdotal. El ritual, en su nº 22, “recomienda” que la ordenación del obispo (y por extensión de los sacerdotes) tenga lugar en domingo (u otro día festivo, preferentemente en una fiesta de los apóstoles), pero en los últimos años, los ordenandos han optado, generalmente, por la mañana del sábado; seguramente para que puedan participar el mayor número de sres. obispos y sacerdotes (cosa difícil un domingo), y puedan volver con cierta comodidad a sus lugares de origen para el cumplimiento de sus obligaciones dominicales; y también –por qué no- con el fin que 13TV pueda retransmitir la celebración, y así los fieles tengan la posibilidad de “ver” quien es su obispo.

Por estas mismas razones, salvadas las distancias, los padres de nuestros niños de comunión reclaman que las comuniones se celebren en sábado.  ¿Y quién - visto lo visto-  es el guapo que no cede ante el deseo, tan legítimo por lo menos como el de los obispos, de reunir más familiares y amigos en torno al neocomulgante?

*       *        *        * 

Con motivo del periodo de confinamiento y su emergencia sanitaria, en nuestra parroquia, casi todas las bodas se han pospuesto para el año que viene. Ningún bautizo se ha celebrado de los que estaban previstos, y ninguna familia ha venido al día de hoy a buscar una fecha para nuevos bautizos. Por el único sacramento, por el que parece haber mas "prisas", sin entender yo mucho el motivo, es por el de "la primera comunión"; prisas que se han disparado desde que hace unos días nuestro obispado emitiera una nota referente a la celebración de las mismas, y de las confirmaciones.

Hoy (cuando escribo esto) leo las declaraciones de un obispo escoces: 

“Si bien es maravilloso poder abrir nuestras parroquias, reconocemos que la vida parroquial no puede retornar rápidamente a la normalidad hasta que una vacuna o tratamiento estén habilitados. No esperamos que esto ocurra al menos hasta 2021”. 

Estoy de acuerdo con él, y me parece que “no saturar el calendario diocesano del próximo curso" (y por extensión el parroquial), debe ser para las diócesis y las parroquias una norma "profiláctica” de obligado cumplimiento, tanto como las alfombrillas de la puerta, el gel hidroalcohólico o las mascarillas, convertidas en un "cuasi sacramental" en algunos lugares.


Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco

jueves, 21 de mayo de 2020

¿ES OBLIGATORIO AHORA COMULGAR COMO QUIERA EL PARROCO?



Al comenzar la "nueva normalidad", y volver a la “normal” celebración del culto (que de normal tiene poco), una persona me ha felicitado vía wasap por lo "bien" que, según ella, se estaban cumpliendo en nuestra parroquia todos los "protocolos" que marcan las leyes; parte de esa felicitación, ciertamente, corresponde al párroco que, como "cabeza", tiene el deber de coordinar; pero otra parte, no menos pequeña de la felicitación, corresponde a los otros miembros del "cuerpo", que se han tomado muy en serio aquella consigna, atribuida a Alejandro Magno, que dice  "de la conducta de cada uno, depende el futuro de todos”. La cordial felicitación llevaba consigo tambien una coletilla: "...pero creo que la comunión debería darla solo en la mano, es muy peligroso en la boca". 

Agradecí muy de veras, como no puede ser de otra manera, y en la parte que me toca, la felicitación, porque sé que además viene del cariño, y de una justa preocupación; y respondí al "pero" de la única manera que se puede en el momento presente: “Lo siento, no tengo autoridad ni potestad para determinar cómo hay que comulgarpues los fieles están en su derecho de comulgar como crean conveniente".

Siguen vigentes en las presentes circunstancias las formas legítimas de comulgar en la Iglesia Católica de rito romano, que para España son en la boca o en la mano; y en el tema de cómo administrar la comunión durante la Covic19, solo se ha dispuesto, de "rubrica", que el llamado “dialogo de entrega" (El Cuerpo de Cristo/Amen) se haga de forma general, el celebrante desinfecte sus manos con el famoso gel, y qué quien desee comulgar en la mano, lo haga sin guantes. Ni más ni menos. Todo lo demás, de cosecha propia.

Yo, como todo el mundo, tengo mis gustos y preferencias; unas cosas me gustan más y otras menos; también en lo que se refiere a "líneas" o "sensibilidades" eclesiales, como se dice ahora. Estoy en mi derecho, y nadie me lo puede impedir.  Pero desde luego, lo que no me he creído nunca, es que "yo soy la Iglesia", y que en “mi parroquia se hace lo que a mí me gusta".

He tratado de no imponer nunca "mis gustos" en lo que la Iglesia deja a la libre decisión de sus hijos, en las formas establecidas por ella misma; por eso, sin ningún problema, doy la comunión en la boca o en la mano; incluso he facilitado comulgar de rodillas a quien así quiere hacerlo, colocando el comulgatorio en su sitio, porque está en su derecho, y porque así es como se ha comulgado hasta hace cincuenta años, y como han comulgado todos los santos que en el mundo han sido.

Repito que tengo mis preferencias, claro; pero en esto, como en otras cosas, “mi gusto" me lo reservó para mí, y solo lo comparto con las personas que me han pedido consejo o parecer. Al pueblo encomendado a mi cuidado pastoral –que no mío-, cuando viene a tiro, de vez en cuando, le recuerdo las condiciones que pide el catecismo para comulgar bien (saber a quién recibimos, estar en gracia de Dios y guardar ayuno de una hora), y la forma de hacerlo con la dignidad externa que pide Sacramento tan sublime, pues la comunión no es un “alimento cualquiera”.

Es por todo lo dicho que no entiendo cómo desde algunos obispados, y en muchas parroquias, se haya impuesto aprovechando la pandemia, como única y exclusiva, la forma de comulgar en la mano. Así aparece en multitud de esos típicos cartelitos que han proliferado, con dibujos infantiloides, que las parroquias distribuyen abundantemente por las redes y cuelgan en los sufridos tablones de anuncios. Incluso hace unos días escuche por radio a un compañero explicar con mucha soltura, que hacerlo así era de obligado cumplimiento en su parroquia, sin más fundamento ni criterio que “me parece más higiénico, y el Señor dijo en la Ultima Cena tomad y comed…” (sic).

Hoy mismo leo en una fuente autorizada, de toda garantía y credibilidad, las declaraciones del Dr. Filippo María Boscia, 
https://infovaticana.com/2020/05/20/el-presidente-de-la-asociacion-de-medicos-catolicos-dice-que-la-comunion-en-la-mano-es-mas-contagiosa-que-la-comunion-en-la-lengua/
presidente de la Asociación Médica Católica Internacional (no precisamente un cualquiera), que afirma lo siguiente: “La comunión en la mano es más contagiosa que la comunión en la lengua”, fundamentado con razones su afirmación. Y resulta que yo no sé por qué, en materia de profilaxis, me fio más de un profesional de la medicina que de un cura… Como cura que soy, lo que sí sé, porque he dado miles de comuniones, es que –en contra de lo que pueda parecer- es más fácil entrar en contacto con la mano de alguien que con la lengua; no digamos cuando los que no saben comulgar con la mano, que no son pocos, te la “arrebatan” de la tuya, llevándose tus dedos por delante.

Sé que con esto no voy a convencer a nadie de nada; del mismo modo que estoy convencido, hace mucho, que para el que no quiere creer no le sirve ni que resucite un muerto.
Pero no es mi intención convencer a nadie de nada, solo pretendo fundamentar con argumentos mi forma de proceder, en consonancia con la Iglesia universal y no con “mis gustos”.

En el Cap. 5 de su primera epístola, el apóstol San Pedro exhorta a los presbíteros de esta manera: “Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana (…) no como déspotas sobre la heredad de Dios…”. En esta misma línea el Papa Francisco, sucesor de San Pedro,  no ha dejado a lo largo de todo su pontificado de denunciar el “clericalismo”, señalándolo como “el peor mal que puede tener hoy la Iglesia”; y una de sus más claras manifestaciones, a mi modo de entender, es confundir el “servicio” con el “despotismo”, comportarse en la diócesis (o parroquia) como “príncipes” o “patronos” (son expresiones del Papa), considerando al Pueblo de Dios en una permanente minoría de edad, o solo digno de tener en cuenta cuando hablan aquellos miembros cuya “ideología”, “línea” o “sensibilidad” coincide con la mía; que de esto sabemos mucho por aquí.

Tengamos mucho cuidado, porque “si a rio revuelto, ganancia de pescadores”, puede que haya quien esté aprovechando la triste situación del mundo para “hacer de su capa un sayo”, también en lo doctrinal-litúrgico-disciplinar.

No somos dueños, solo administradores de un tesoro del que tendremos que dar buena cuenta a Dios.

Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco


lunes, 18 de mayo de 2020

¿CUANDO SERAN LAS PRIMERAS COMUNIONES? UNA REFLEXIÓN A LA PREGUNTA



De no haberse producido la Covic-19, la actividad de nuestra parroquia en mayo, estaría prácticamente centrada en la celebración de "las primeras comuniones". Esto por dos causas; primero por la gran cantidad de niños que aquí reciben la catequesis preparatoria para este sacramento de la iniciación cristiana; y segundo, porque las dimensiones reducidas de nuestro templo parroquial, nos obligan a tener que distribuir la celebración en varios “turnos”, que ocupan todos los fines de semana del mes, incluso en ocasiones a alguno del precedente y posterior.



Cada turno lleva anejo la celebración de la “renovación de las promesas bautismales” (que tiene lugar el domingo anterior), los “ensayos” de la ceremonia, la “primera confesión” y la celebración propiamente dicha del sacramento, por lo que es fácil deducir que, en mayo, vivimos “entregados” a este gozoso menester pastoral, en el que gastan sus mejores esfuerzos apostólicos catequistas, sacerdotes, y otras personas que colaboran, con la única finalidad que los niños y sus familias, vivan este momento como un paso fuerte del Señor por sus vidas.


El periodo de confinamiento ha impedido, y sigue impidiendo (pues no ha concluido cuando esto escribo) que el proceso ordinario haya culminado felizmente con el día, tan esperado por todos, de la Primera Comunión que, de momento, tenemos en suspenso, sin fecha ninguna.

Toda esta circunstancia ha suscitado en mí la siguiente reflexión que pongo por escrito, y comparto con quien tenga la paciencia de leer estas líneas:



No me ha gustado nunca engañarme. Me considero una persona práctica, y creo que no me equivoco si afirmo que hay muy pocas cosas que toquemos los humanos y permanezcan en “estado puro”. Esto vale para todos los campos de la vida y, también, lógicamente, para el religioso.

Todos somos conscientes, aunque sea de una manera elemental, que lo principal en “las comuniones” es recibir a Jesús en la Eucaristía; así se repite por activa y pasiva a los niños en la catequesis, y a sus padres en distintos momentos del proceso. Y lo saben. Y nadie lo niega. Pero ocurre que, como humanos que somos, necesitamos señalar los grandes acontecimientos de la vida con “la fiesta”, la alegría, el encuentro familiar, la mesa compartida, los obsequios…Y la Primera comunión es un gran acontecimiento que merece por eso una “fiesta”. Hasta aquí sin problema. Todo esto es en sí buenísimo, razonable, legítimo, pues en definitiva “la fiesta” realza lo grandioso del acontecimiento que se celebra.

¿Dónde viene entonces el “pero”? Pues dicho muy sencillamente: En la posibilidad de perder el equilibrio de la balanza, convirtiendo lo principal en secundario, y dando más importancia al “envoltorio” que a lo que este envuelve.

Y aquí es a donde quería llegar, para poder dar respuesta a una pregunta que nos hacen estos días a catequista y a mí: ¿Cuándo se podrán celebrar las comuniones? ¿de qué manera? ¿cómo se hará?…  

Mi respuesta es esta: No lo sé, nadie lo sabe por más que nuestros obispos, con buena y paternal intención, lancen fechas, como si tuviéramos el futuro en nuestras manos, y pudiéramos decidir la evolución de la pandemia, o ponerla un final acordado por todos.


Mi preocupación ante este tema es otra, y es que me temo, ojalá me equivoque, que muchos niños se quedaran este año sin recibir su primera comunión.

Y esto por una razón sencilla de entender: Si la celebración de la primera comunión para una mayoría de familias no se entiende sin una “fiesta”, y esta tiene que ser según el modelo establecido por la sociedad de consumo, puede suponerse, siendo realista, que muchas de estas familias renunciaran a “celebrar” la comunión de sus niños por la imposibilidad de “festejarla” de la forma como se viene haciendo, en la mayoría de los casos en los últimos años.  

Sin ser profeta ni adivino, ni necesidad de estudiar ciencias económicas, es fácil llegar a la conclusión que nos encaminamos, si es que no estamos ya, a una muy grave crisis económica, fruto de la pandemia. Esta crisis imposibilitara a muchas familias al desembolso económico que supone una comunión “estándar”, en la que los gastos de la ceremonia religiosa son de 0 €, pero los de “la fiesta” se elevan a un mínimo de 3600 €, según he leído hoy mismo. Otras causas, no menores, también a tener en cuenta, pueden ser la imposibilidad de reunir a familias y amigos en fechas que no son las habituales e, incluso, la dificultad de contar con establecimientos hoteleros; pues todos estos intereses se concitan a la hora de organizar una primera comunión.

Me daría muchísima pena que esto ocurriera. Privar a los niños en este momento de recibir su primera comunión, sería privarlos del desarrollo normal de su vida cristiana y de una gracia de Dios inmensa. Aunque los sacramentos no tienen propiamente edad o, si la tienen, la que cuenta es la “edad del alma”, sabemos que hay cosas que, si no se hacen en el tiempo apropiado, luego ya resulta muy difícil encontrar un momento en la vida, más cuando este sacramento de la Eucaristía se identifica con la etapa infantil.

Con las catequistas estamos viendo posibilidades –siempre que la situación evolucione favorablemente-. Una sería dedicar el mes de octubre a “las primeras comuniones”, celebrando cada sábado o domingo dos turnos, con el fin que los grupos sean más pequeños, limitando el aforo a los familiares imprescindibles, con una ceremonia sencilla –que no quiere decir ni mucho menos “pobretona”- pero que evite muchos ensayos y reuniones grupales, y respetando todos los protocolos y recomendaciones que marquen en cada etapa las autoridades sanitarias y eclesiásticas. Otra posible podría ser que los niños, cuyas familias así lo prefieran, recibieran individualmente la comunión en cualquiera de las misas que celebramos.

Nos adaptaríamos a cualquier forma con tal que los niños reciban su primera comunión, que es lo verdaderamente importante, todo lo demás es accesorio y prescindible.

En lo festivo, para no complicar lo importante, ese día podría resaltarse con una celebración familiar más íntima, posponiendo para más adelante y mejores fechas, la “fiesta” con numerosos familiares y amigos, si es que así se desea. Esto es solo un consejo, nadie lo tome como una imposición; lo comparto por si ayuda a alguien a repensar las cosas; luego cada quien es muy libre de obrar como crea conveniente en lo que a él toca.


Todo esto estoy pensando y escribiendo, suponiendo que, para septiembre u octubre, Dios lo quiera así, podamos llevar una vida “normal”. Por eso me parece del todo imprudente e improcedente, señalar en estos momentos fechas de comuniones, sin haber salido aun “del estado de alarma”, por más que en algunos lugares se haya hecho así. Además, hay que tener en cuenta que cada parroquia es peculiar, pues no es lo mismo una celebración para 4 o 6 comulgantes en un pueblecito pequeño, que organizar a 130 niños, en muchos turnos, en una ciudad, con varias parroquias, cómo es nuestro caso.

Hasta aquí este pequeño punto de vista personal de la situación que todos vivimos y que, lógicamente, afecta también a la Iglesia, como sociedad que vive en este mundo; y sobre todo, a la vida de las parroquias, que es en definitiva la concreción de la Iglesia para cada uno de nosotros, pues con todos mis respetos, en este tema y como en otros, somos los párrocos los que conocemos la realidad concreta, y los que tendremos que solventarla con la ayuda de Dios.

Un saludo para todos, con mi oración, porque muy pronto todo esto quede atrás.                                                   

Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco 

miércoles, 6 de mayo de 2020

! QUE ALEGRIA CUANDO ME DIJERON... !



Queridos feligreses:

Tras el periodo de confinamiento volvemos a una “cierta” normalidad, pues, de momento, no será completa en ningún ámbito de la vida, tampoco en el religioso.

Aquí os ofrezco algunas informaciones y normas que tenemos que cumplir en las iglesias, que irán variando según  lo vayan marcando las autoridades correspondientes.

Nuestra parroquia no ha estado en este tiempo cerrada, pues haciendo uso de lo que la ley permitía,  todos los días ha estado algún ratito abierta para la oración individual;  ni se ha dejado celebrar el culto, que siempre ha contado con algún/os asistentes; ni  se ha dejado en este tiempo el aseo del templo (con el mismo ritmo de siempre), que está en optimas condiciones para ser usado con todas las garantías de higiene, que por otras parte intentamos tener siempre y no solo ahora, gracias a las personas que se encargan de este menester (contratada y voluntarias) y a las que hay que agradecer siempre este servicio.

Pues volvamos a la “cierta normalidad”, entonado jubilosos: “¡ Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor !”.

Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco



NORMALIZACIÓN DEL CULTO
A PARTIR DEL LUNES 11 DE MAYO


Misa Diario: 20.30 h. Santa Misa

Misa Domingos: 09,30 h.  12.00 h.  20.30 h.

Confesiones: Antes de la Santa Misa en
la capilla de la Divina Misericordia.

Exposición del Stmo: De momento solo los jueves 19.30

Entierros: Las mismas condiciones que en las misas, es decir, guardando el aforo permitido
(No habrá “pésame” ni pueden entrarse flores, según la normativa)

Bautizos: Celebración siempre individual, en la fecha que se determine, con los asistentes imprescindibles.

Bodas: Las mismas condiciones que en las misas, guardando el aforo permitido

Primeras comuniones: De momento quedan en suspenso hasta que veamos la forma más conveniente.





NORMAS HIGIÉNICAS EN LA IGLESIA

.- Es muy recomendable el uso de mascarillas y guantes.

.– Limpiar las suelas de los zapatos en la alfombrilla de la entrada.

.– Ir ocupando los bancos de adelante hacia atrás.

.– Limpiarse las manos a la entrada y salida con gel desinfectante que cada uno traerá de su casa.

.– No tocar nada. Ni imágenes, ni los bancos a ser posible.

.– La comunión la recibirá cada uno como tenga costumbre, según la norma de la Iglesia. Si es en la mano hay que quitarse los guantes.

.– En la fila de comunión se guardará la distancia establecida, así como a la salida.

.– La colecta en los días de costumbre se hará a la salida de misa. Una buena forma de colaborar es también encender velitas en los lampadarios.


Nos referimos a las normas de los fieles, pues los sacerdotes ya saben como tienen que obrar en lo que a ellos toca en higiene, y en lo que atañe a la liturgia.



domingo, 3 de mayo de 2020

PARA PENSAR UN POCO ...

RAFAELA NO SE FÍA DEL BICHO DE SU IGLESIA




Aquel día apareció don Jesús por el pueblo. Apenas acudía por allí y menos en tiempos de aislamiento. Celebraba misa en el pueblo de mayor entidad y se limitaba a acercarse alguna vez por el pueblo de Rafaela por la cosa de dar una vuelta a la iglesia parroquial y ver si estaba todo en orden.
Sorpresa fue encontrarse con Rafaela por la calle. Pero, como ella dijo, es que ya nos han levantado el arresto y podemos pasear un rato, y, encima, sin horario.
-        Rafaela, ¿sabes que a partir del día 11 ya podremos celebrar misas?
-        Sí, eso han dicho en la tele.
-        Habrá que tener cuidado, solo se nos permite un tercio de aforo.
-        ¿Un tercio? Ya quisiera…
-        Por cierto, Rafaela, que a lo mejor habría que dar una vuelta a la iglesia, que después de dos meses cómo estará…
-        ¿Limpiar dice usted?
-        Si, aunque solo fuera por encima, el polvo, poner unas flores…
-        No cuente conmigo, me da miedo.
-        No entiendo…
-        Se lo explico.
Y se lo explicó muy bien explicado:
-        Mire, don Jesús, yo creo que todos los bichos esos, los coronavirus o como se llamen, están todos escondidos en la iglesia y por eso me da miedo. Yo creo incluso que en la iglesia se han metido los más malos.
-        Me estás liando, Rafaela…
-        No, no. Si es muy sencillito. En estos dos meses que llevamos encerrados he tenido que salir algunas veces. Al médico cuanto toca, que me ha tocado. He tenido que acercarme al pueblo de al lado para hacer algo de compra, buscar tabaco para Mariano, arreglar lo de la tarjeta en el banco, unas cosas de la farmacia y traerme un par de revistas y unas sopas de letras para entretenerme. No he tenido problema. Es verdad que te juntas con gente en la tienda, en el médico o en el estanco, pero ya tenemos cuidado y como me ve, con mi mascarilla y mis precauciones, que una tiene sus años.
-        Sigo sin entender.
-        Porque no piensa, don Jesús. Si puedo ir a tantos sitios y a la iglesia no, eso solo puede deberse a que los posibles bichos de la iglesia deben ser muy malos y muy dañinos, mucho más que los que pudiera haber en el ambulatorio o en la tienda, así que ahora me da miedo. Y el caso es que me hubiera gustado ir a misa alguna vez, que total, aquí en el pueblo, cuatro que somos, no hubiera pasado nada. Pero lo entiendo. Es más, siempre me dijeron que lo de la misa era muy importante. Pero no pasa nada, si creen que es mejor así, pues así.
-        ¿Entonces, Rafaela, volverás a misa a partir del día 11?
-        Depende…
-        ¿Depende de qué?
-        Ya le digo que parece que los bichos que hay ahí dentro son muy malos. Así que lo que tienen que hacer es desinfectar. Usted mismo, don Jesús, que por lo visto a base de lejía queda todo perfecto. Yo, mientras no esté todo perfecto, no vuelvo, que los bichos de ahí dentro deben ser “mu malos”.