Quinto domingo de la cuaresma cristiana, y segundo de nuestra
obligada “cuarentena”.
Seguimos sin poder “ir a misa” a nuestra iglesia habitual. Tendremos de
nuevo que conformarnos con “la misa de la tele”, qué, aunque no sea lo mismo,
sí tiene la capacidad de acercarnos la Palabra de Dios, hacernos sentir unidos
y provocar en nosotros ese deseo de “comulgar”, que ahora hay que suplir con
esa viejísima practica de la “comunión espiritual”, olvidada como tantas otras
cosas buenísimas, que se quedaron por el camino, y que ahora se vuelven a
recuperar.
También ayer, siguiendo con mi costumbre, me senté en mi mesa
de trabajo para poner en orden algunas cuantas ideas, que hubieran conformado
la homilía del domingo; con vosotros las comparto por si a alguno os sirven:
NOTAS PARA LA HOMILÍA
. - El quinto domingo de Cuaresma es llamado también “Domingo
de Lázaro”, pues en el ciclo A de lecturas –es el que leemos este año- se
proclama el pasaje de la resurrección de Lázaro, el hermano de Marta y María.
. - El prefacio de la misa, resume muy bien el mensaje que
nos quiere transmitir la liturgia:
“Te damos gracias, Señor, Padre Santo… Porque Cristo, nuestro
Señor, que, como hombre mortal, lloró a su amigo Lázaro, y, como Dios y Señor
de la vida, lo levantó del sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los
hombres por medio de sus sacramentos.
. - La profecía de Ezequiel, proclamada como primera lectura
de la misa, se refiere en su literalidad a la recuperación política y moral de
Israel tras el fin del largo exilio –castigo y prueba de Dios, por sus
infidelidades-
. - Pero leída a la
luz del Evangelio – que es como debemos leer nosotros las páginas del Antiguo
Testamento- es una imagen de los tiempos que va a inaugurar el Mesías, qué en
el Evangelio de hoy nos dice “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para
siempre”.
. - La palabra de Jesús que hemos oído en el evangelio “sal
fuera”, dirigida a Lázaro que llevaba tres días en su sepulcro, tiene, en este
domingo, encerrados como estamos en nuestras casas por la pandemia, una fuerza
especial: Son una invitación a la auténtica libertad, que consiste a dejarnos
liberar de las vendas del orgullo, del egoísmo de la mediocridad, para vivir en
la luz de la gracia de Dios, que por su misericordia es ofrecida a todos, como nos recuerda el apóstol San Pablo en su carta a los romanos, proclamada como segunda lectura.
Esperamos con ansia que las autoridades correspondientes nos
digan que todo ha pasado ¡y que ya podemos salir!, (¿Será tal vez, si todo va
bien, el Domingo de Resurrección si todo va bien?); ojalá salgamos del forzado
encierro, “resucitados”, con algunas, o muchas, lecciones “de
vida” aprendidas.
Si todo hubiera sido normal, hoy hubiéramos bendecido los
“hábitos” e impuesto las cruces a los niños de nuestra catequesis, para la
procesión del Domingo de Ramos; hubiéramos repartido los programas de las
celebraciones de la Semana Santa en nuestra parroquia, y hubiéramos tenido el
retiro de Cuaresma, impartido por Don Miguel Martínez, sacerdote de la Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz que reside en Cáceres, y al que agradecemos su
disponibilidad, con la certeza que nos acompañará en otra ocasión… El hombre
propone…
Recibid todos un cordial saludo. ¡Feliz Domingo! Y ¡¡¡¡ ánimo !!!, que ya queda menos.
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