Angel de la tierra, glorioso San José, que
pudisteis admirar al Rey de los Cielos, sometido a
vuestros más mínimos mandatos; aunque la alegría
al traerle de Egipto se turbó por temor de Arquelao,
sin embargo, tranquilizado luego por el ángel
vivisteis
dichoso en Nazaret con Jesús y María.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos la
gracia de desterrar de nuestro corazón todo temor
nocivo; de poseer la paz de la conciencia, de vivir
seguros con Jesús y María, y de morir también
asistidos
de ellos.
Aún quedan algunas plazas libres por si alguien se anima a participar.
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