Custodio vigilante, familiar íntimo del Hijo de Dios hecho hombre, glorioso San José: cuánto
sufristeis teniendo que alimentar y servir al Hijo del Altísimo, particularmente en vuestra huida a Egipto, pero cuán grande fue también vuestra alegría teniendo siempre con vos al mismo Dios, y viendo derribados los ídolos
de Egipto.
Por este dolor y por este gozo, alcanzadnos alejar para siempre de nosotros al tirano infernal, sobre
todo huyendo de las ocasiones peligrosas, y derribar de nuestro corazón todo ídolo de afecto terreno, para
que, ocupados en servir a Jesús y María, vivamos tan sólo para ellos, y muramos gozosos en su amor.
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