SEGUNDO DOMINGO
José va con su esposa a empadronarse a Belén, porque
ambos descienden de la casa de David. Después de varios días de camino, por fin
llegaron. Estando allí, a María se le cumplieron los días de dar a luz (Lc
2,6). Las casas estaban llenas, la posada también, no quedaba libre ni un
rincón para que el Niño pudiera nacer.
La pena de no poder dar al Mesías lo mejor ensombrece
el rostro de José. María le saca de sus pensamientos. Desde encima de la mula
le dice con su mirada: «No te preocupes; ya nos arreglaremos». Y a las afueras
del pueblo se van, a una cueva.
A veces Dios permite que suframos y pasemos necesidad
porque ése es el clima propicio para que Él pueda nacer en nuestro corazón.
Cuando sienta en mi vida la pobreza o la soledad, diré: «Señor, yo sí te quiero
recibir; cuenta conmigo».
En la parroquia rezamos los siete domingo al final de la Hora Santa que comienza a las 19.00 h.
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