A
lo largo del año la Iglesia
celebra diversas campañas o jornadas; el fin de todas es parecido: concienciar,
conocer y apoyar espiritual y –en ocasiones-
materialmente aquello que se pretende promover.
En
torno a la fiesta del San José, en la mayoría de las diócesis de España, se
celebra el “Día del Seminario”, para concienciar al pueblo fiel de la necesidad
de vocaciones sacerdotales, conocer la institución que las forma, y apoyar
espiritual y económicamente a la comunidad
del seminario, para que puede mantener su misión con dignidad, y tengamos
“santos y sabios sacerdotes”, como cantamos cada jueves en nuestra parroquia.
La
crisis vocacional que afecta a toda la Iglesia , especialmente en occidente, no es ajena
a nuestra diócesis que cuenta tan solo con tres seminaristas mayores (menor
solo uno). Me parece que debe ser por este motivo –entre otros seguramente- que
la campaña “del seminario” ha perdido en
los últimos años vitalidad y, sobre
todo, “visibilidad”, pues los seminaristas dejaron hace años de hacerse
presentes en las parroquias, como era tradicional en el mes de marzo, para
hablarnos del seminario y dar testimonio de su vocación y así, sacerdotes y
fieles, pudiéramos poner cara concreta a los jóvenes vocacionados por los que
rezamos, serán nuestros pastores en el futuro, y a cuya formación contribuimos
económicamente.
Desde
hace años la “Campaña Vocacional” en nuestra diócesis ha quedado reducida poco
mas o menos a un cartel y a una colecta. Yo pongo toda la ilusión que puedo en
esta campaña: El cartel en el tablón de anuncios, exhortación sobre la
necesidad de vocaciones, de la oración por esta intención... pero me fijo menos
en el “sobre”, pues pienso –quizás equivocadamente- que a menos seminaristas
menos necesidades económicas y que, hoy por hoy, lo importante en este tema es
“echar”en el sobre “alguna vocación”,
pues sin ellas el dinero no sirve mas que para mantener en pie un edificio muy
bonito, magníficamente restaurado, con
hermosas salas de bóvedas para actos culturales, pero que para nada es útil a
la diócesis si está vacío de seminaristas. Y así se lo digo a mis feligreses,
invitándoles con frecuencia a orar por el “aumento de vocaciones religiosas,
sacerdotales y misioneras”, que hoy por hoy es lo mas necesario en este tema,
unido a una “cultura vocacional” en todos los ámbitos de la pastoral.
Hoy
mismo (13-3) he recibido en la parroquia el material de la campaña del “Día del
seminario” del presente año. Una vez mas pondré los carteles, los sobres para
la colecta en la mesita de la entrada de la iglesia, hablaré del seminario... ¡pero
seguiré echando de menos la presencia de muchachos ilusionados con su vocación,
que contagien la alegría de la entrega a Jesús en su Iglesia!, pues esa es la
mejor campaña vocacional. Y es por todo esto que se me ocurre a mi que,
mientras dure este invierno vocacional que padecemos en nuestra diócesis, lo
que habría que hacer es dar la vuelta a
la tortilla, y si el seminario no puede venir a las parroquias por el escaso
número de seminaristas (supuesto que este sea el único motivo) al menos, una de las cosas que tendría que hacer el
seminario, como parte del plan vocacional, es fomentar la amistad con los
sacerdotes –con todos- ayudarles en cuanto pueda, establecer con ellos
relaciones tan cordiales que puedan considerar al seminario como a la gran casa
de familia, que merece su amor y su entrega, porque en ella se educaron para el
sacerdocio, y en ella han de seguir educándose los jóvenes que continuarán
mañana la misión sagrada que ellos realizan ahora.
De
seguir por el camino que vamos el seminario cada día estará mas desvinculado de
la vida de las parroquias, de los sacerdotes, del pueblo de Dios, que acabará
por pensar que esa institución ya no existe, o que no es necesaria porque que
los sacerdotes “caen del cielo”, o que con “importarlos” de otras partes del
mundo tenemos solventando el que en todas las parroquias haya misa el domingo,
y así nadie proteste en el obispado porque en su pueblo no suenan las campanas.
Roguemos
al dueño de la mies que envíe sacerdotes al campo de la Iglesia , y que nuestro repristinado
seminario se vea repleto de muchachos que den sentido a cuanto la diócesis ha
invertido, sin escatimar, en infraestructura; de jóvenes que llenen de alegría
y frescura sus muros atrayendo así a otros, (pues un lugar mortecino y vacío no
atrae la vida), y sobre todo que asegure
que a nuestras diversas comunidades parroquiales no les faltará en un futuro el
Pan de la Palabra
y de la Eucaristía ,
garantía de pervivencia y vitalidad cristiana. Lo demás, sin esto, no son mas
que fuegos artificiales.
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