LAS CINCO RAZONES MAS FRECUENTES
POR LAS QUE UNO DEJA DE CONFESARSE
POR LAS QUE UNO DEJA DE CONFESARSE
1.- Yo me confieso directamente con Dios, sin
intermediarios:
Genial … pero hay algunos «peros» que se tienen que
considerar… ¿Cómo sabes que Dios acepta tu arrepentimiento y te perdona?
¿Escuchas alguna voz celestial que te lo confirma?
¿Cómo sabes que estás en condiciones de ser
perdonado? Te darás cuenta de que la cosa no es tan sencilla…
Sin embargo, cuando un sacerdote dice sobre un penitente Yo te absuelvo de tus pecados... Tiene la certeza absoluta que sus pecados están eprdonados.
2.- ¿Por qué le voy a decir mis pecados a un hombre
que es tan pecador como yo?:
El problema no radica en la «cantidad» de pecados:
si es menos, igual o más pecador que tú…. No vas a confesarte porque sea santo
e inmaculado, sino porque te puede dar la absolución, un poder que tiene por el
Sacramento del Orden, y no por su bondad.
Es una suerte -en realidad, una
disposición de la sabiduría divina- que el poder de perdonar los pecados no
dependa de la calidad personal del sacerdote, cosa que sería terrible, ya que
uno nunca sabría quién sería suficientemente santo como para perdonar. Además,
el hecho de que sea un hombre y que como tal tenga pecados, facilita la
confesión: precisamente porque sabe en carne propia lo que es ser débil, te
puede entender mejor.
3.- Me da vergüenza:
Es lógico, pero hay que superarla. Hay un hecho
comprobado universalmente: cuanto más te cueste decir algo, tanto mayor será la
paz interior que consigas después de decirlo. Y cuesta, precisamente, porque te
confiesas poco; en cuanto lo hagas con frecuencia, verás como superarás esa
vergüenza.
Asímismo, no creas que eres tan original…. Lo que
vas a decir, el sacerdote ya lo ha escuchado miles de veces. A estas alturas de
la historia, es difícil creer que puedas inventar pecados nuevos.
Por último, no te olvides de lo que nos enseñó un
gran santo: el Diablo quita la vergüenza para pecar, y la devuelve aumentada
para pedir perdón. No caigas en su trampa.
4.- Siempre me confieso de lo mismo:
Eso no es problema. Hay que confesar los pecados que
uno ha cometido, y es bastante lógico que nuestros defectos sean siempre más o
menos los mismos. Sería terrible ir cambiando constantemente de defectos;
además, cuando te bañas o lavas la ropa, no esperas que aparezcan manchas
nuevas, que nunca antes habías tenido; la suciedad es más o menos siempre del
mismo tipo. Para desear estar limpio basta con querer remover la mugre…
independientemente de cuán original u ordinaria sea.
5.- Confesarme no sirve de nada, sigo cometiendo los
pecados que confieso:
El desánimo puede hacer que pienses: «es lo mismo si
me confieso o no, total, nada cambia, todo sigue igual». No es verdad. El hecho
de que uno se ensucie, no hace concluir que es inútil bañarse. Alguien que se
baña todos los días, se ensucia igual todos los días. Pero gracias a que se
baña, no va acumulando mugre, y puede lucir limpio. Lo mismo pasa con la
confesión. Si hay lucha, aunque uno caiga, el hecho de ir sacándose de encima
los pecados hace que sea mejor. Es mejor pedir perdón, que no pedirlo. Pedirlo
nos hace mejores.
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