El segundo mandamiento de la Iglesia manda confesar los pecados mortales al menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar
.- Los pecados mortales: Es decir aquellas faltas graves, que nos privan de la gracia de Dios y nos ponen e grave peligro de condenación eterna.
Sin ser estrictamente necesaria, la confesión de los pecados veniales, sin embargo, se recomienda vivamente por la Iglesia. En efecto, la confesión habitual de los pecados veniales ayuda a formar la conciencia, a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo, a progresar en la vida del Espíritu. Cuando se recibe con frecuencia, mediante este sacramento, el don de la misericordia del Padre, el creyente se ve impulsado a ser él también misericordioso.
.-Al menos una vez al año: Aunque es conformarse con "mínimos" ese mínimo nos puede ayudar sin embargo a no desvincularnos totalmente de este sacramento. La cuaresma y pascua es tiempo a propósito para cumplir con este precepto. No dejes de hacerlo.
.- En peligro de muerte: Cuando está en juego el fin de nuestra vida terrena y por tanto nuestro destino eterno, debe ser primordial "arreglar" nuestras cuentas con Dios. Preocupémonos de la salud del cuerpo, pero busquemos también los remedios del alma. El cuerpo antes o después desaparece, el alma es inmortal.
.- Y si se ha de comulgar: Para quien comulga con frecuencia es bueno acercarse cada cierto tiempo a la penitencia, que "limpia" el alma para poder recibir a Jesús "dignamente preparados.
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