El articulo lo escribe don Jorge González Guadalix en su blog: de profesión cura. Y por desgracia representa bastante bien la triste realidad, pero con la gracia suficiente como para que se rían un poco.
Es la
triste realidad. O pasas absolutamente de todo, o serás el cura “borde”, es
decir, cura antipático y estúpido de esos que ya se sabe que “echan a la gente
de la iglesia”. Lo curioso es que borde te llaman precisamente los que menos
acuden. Ejemplos:
Bautizo de Vanessa
El lío comienza cuando en la preparación afirmas que
los padrinos mayores de catorce años y confirmados. Jo, qué cura más borde.
Llega la hora y nadie entra en el templo. Así que
muy amablemente sales a la puerta e invitas a entrar a la familia. Pero faltan
el tío Andrés y la prima Rocío: “un momento”. Insistes tímidamente: verán es
que luego hay una misa… Jo, qué cura más borde.
Empieza la celebración entre un murmullo
generalizado por ser discreto y más fotos que en comparecencia de la Pantoja.
Con toda la suavidad y tratando de ofrecer tu mejor sonrisa sugieres la necesidad
del silencio y que con un fotógrafo sería suficiente. Jo, qué cura más borde.
Boda de Pedro y María
Dos horas antes de la ceremonia timbrazos en la
puerta y gritos en la calle. Apareces y te encuentras con el señor de la
floristería que tiene que repasar unas cosas y colocar las flores en los
bancos. ¿No tendrá usted unas tijeras? ¿Y un cepillo para barrer? ¿Hay un baño
cerca?
Cuando se están yendo los de las flores se abren las
puertas y aparece la coral. ¿Un sitio donde cambiarnos? ¿Un baño? ¿Tiene un
lugar para dejar las cosas? Vaya frío en la iglesia, así no hay quien cante.
¿Un alargador para enchufar el órgano? ¿No tendrá algún atril que se nos ha
olvidado? ¿Y una silla más alta y sin brazos? Cura, calla si no quieres ser
borde.
Media hora entes aparecen los primos de Tomelloso
recién bajados del bus. Treinta en fila pidiendo un baño porque venimos de
viaje y que se acomodan ya en el templo principal mientras charlan como si
estuvieran en la plaza de toros el día de la fiesta. ¿Pides silencio, recuerdas
que estamos en la iglesia? Jo, qué cura más borde.
La boda comienza con veinte minutos de retraso.
Normal. La ceremonia sin que nadie responda, pero eso sí, con misa. Intentas
celebrar lo mejor que puedes a pesar de los doscientos teléfonos acribillándote
a fotos y el politono de Paquito el chocolatero en plena plegaria eucarística.
Impasible el ademán. Porque basta un gesto de disconformidad para que suene la
frase: Jo, qué cura más borde.
Acaba la boda y comienza la maratoniana sesión de
fotos. Veinte, treinta, cuarenta minutos… y uno va recogiendo cosas ¡sin
molestar al fotógrafo! Apagas alguna luz de la nave, las velas… ¡Oiga, ¿por qué
apaga las velas y esas luces?! Por ir recogiendo… Jo, qué cura más borde.
Por fin acaba la ceremonia y salen a la calle.
Arroz, pétalos de flores, papelillos y traca final. Más fotos en la puerta.
Intentas suavemente ir cerrando algo, por fin apagas las luces del templo y
pides a los cuatro amigos que aún charlan en la entrada como si estuvieran
animando un Barça – Madrid en plena liga, que si les importaría ir saliendo
(habida cuenta de que la boda era a las doce y son ya las dos y media). Jo, qué
cura más borde.
Al fin desaparecen camino del cóctel seguido de
almuerzo. Recoges reclinatorios, banquetas, papeles, las flores de los bancos,
para tomar el cepillo y el recogedor y barrerte no menos de dos kilos de arroz,
los restos de cien globos y una mascletá de viva San José, y sobre todo los
pétalos de las flores que manchan hasta decir basta.
Mientras, algunos invitados, camino de “Finca
Álvarez”, especialistas en bodas, todavía van diciendo… Jo, qué cura más borde.
PD. Perdonen el desahogo. Pero hay veces en que o
pasas de todo, lo cual se te hace imposible, o cura borde.
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