domingo, 16 de junio de 2013

¿A que esto no pasa nunca?


Imaginen la misa de doce ( o de 9 o de ocho y media...). Doce en punto y el sacerdote sale de la sacristía. Eso sí, hasta las doce y veinte la gente sigue entrando en el templo de forma continuada, y además haciendo ruido, según esa vieja fórmula de que al cine, cuando llegas tarde, entras de puntillas pero en la iglesia taconeando. Tres o cuatro móviles que suenan durante la celebración, uno incluso con el politono de Paquito el chocolatero, que solo falta que la gente responda agachándose y con el ey, ey, ey…. Pero es que además en un caso hasta han cogido la llamada: “oye que luego te llamo, que estoy en misa, sí, todos bien, me alegro, vale, pues luego hablamos". Sigue la misa y justo en medio de la consagración un niño de en torno a un añito suelta un chillido agudo y penetrante como si le estuvieran circuncidando. A partir de ese momento, para que esté tranquilo, mamá entrará y saldrá de la iglesia con el niño no menos de tres o cuatro veces. La señora María se levanta de vez en cuando y va echando monedas a los lampararios con el consiguiente “cloc, cloc” de cada moneda porque es su costumbre. Eso sí, señor cura, usted no haga caso y a celebrar con mucha devoción. Pues hombre, uno lo intenta, pero reconozcan que no siempre nos lo ponen fácil.
                                                                                                                                      (Tomado del Blog de Jorge González Guadalix)

1 comentario:

  1. Creo que eso es una falta de respeto total, lo primero a Dios y segundo a todos los fieles que desean oir misa como Dios manda. Yo si fuera el sacerdote no lo permitiría.
    Alabo a todas las parroquias donde esto no se permite.

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