Imaginen la misa de doce ( o de 9 o de ocho y media...). Doce en punto y el sacerdote sale de la sacristía. Eso sí, hasta las doce y veinte la gente sigue entrando en el templo de forma continuada, y además haciendo ruido, según esa vieja fórmula de que al cine, cuando llegas tarde, entras de puntillas pero en la iglesia taconeando. Tres o cuatro móviles que suenan durante la celebración, uno incluso con el politono de Paquito el chocolatero, que solo falta que la gente responda agachándose y con el ey, ey, ey…. Pero es que además en un caso hasta han cogido la llamada: “oye que luego te llamo, que estoy en misa, sí, todos bien, me alegro, vale, pues luego hablamos". Sigue la misa y justo en medio de la consagración un niño de en torno a un añito suelta un chillido agudo y penetrante como si le estuvieran circuncidando. A partir de ese momento, para que esté tranquilo, mamá entrará y saldrá de la iglesia con el niño no menos de tres o cuatro veces. La señora María se levanta de vez en cuando y va echando monedas a los lampararios con el consiguiente “cloc, cloc” de cada moneda porque es su costumbre. Eso sí, señor cura, usted no haga caso y a celebrar con mucha devoción. Pues hombre, uno lo intenta, pero reconozcan que no siempre nos lo ponen fácil.
(Tomado del Blog de Jorge González Guadalix)
(Tomado del Blog de Jorge González Guadalix)
Creo que eso es una falta de respeto total, lo primero a Dios y segundo a todos los fieles que desean oir misa como Dios manda. Yo si fuera el sacerdote no lo permitiría.
ResponderEliminarAlabo a todas las parroquias donde esto no se permite.