La foto es de ayer,
jueves 12 de agosto de 2021. Siete y media de la tarde. Treinta y nueve grados
a la sombra. No se mueve ni una brizna de aire. Nadie por la calle. Pero ahí
están. Fieles a la cita. Cómo cada jueves y domingo. En una “hora santa”, que enlaza
con la misa y se convierte en “hora y media santa” de alabanza, de acción de
gracias, de reparación y desagravio… A lo mejor nunca han pensado estas
palabras, pero todas se resumen en “estar” en compañía del Amigo; porque con
los amigos, aunque no haya grandes conversaciones, o incluso no se diga nada,
uno está a gusto. Y esa es la diferencia de estar con un amigo y con quien no
lo es; con el que no es amigo el silencio es incómodo, y uno siente la
necesidad de romperlo con cualquier frase hecha; por el contrario, con el amigo,
el silencio puede ser incluso más elocuente que la palabra. Se nota que están a
gusto con el Amigo… y el Amigo con ellos…
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Me preguntan a veces: ¿Y
no se va usted de vacaciones? ¿Y cómo? me pregunto yo, solo en una parroquia muy grande.
Sí, ya lo sé; lo fácil
sería cerrar unos días en verano la parroquia, suprimir algunos cultos…, porque
todos tenemos “derecho” a un cierto “romper la rutina”; es bueno, lo dicen los
que de esto saben (aunque yo hace cinco años que no lo hago ni un día, porque
alguien, que ni conocía Don Benito, decidió que con un cura había de sobra para
una feligresía de unos 12.000 hab. en la segunda población más grande de la
diócesis)
Si, ya sé que lo hacen
por ahí muchos curas: Parroquia cerrada y punto (que también las diócesis
“cierran” en agosto); hace unos días tuve que asistir a un entierro en una
parroquia de cierta capital extremeña, con miles de feligreses en su
demarcación, según me dijo el párroco, y lo primero que vi en la puerta es un
cartel: “Durante todo el verano solo hay misa sábados y domingos”.
Ojalá -pensé- yo fuera
capaz de hacer lo mismo. Pero ¿quién soy yo para privar al Amigo, de estos
ratos con sus amigos, y a los amigos de estar con su Amigo?
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Siete y media de la tarde
del 12 de agosto de 2021. Treinta y nueve grados. Poco a poco el grupo inicial
se va incrementando; a las ocho rezamos las vísperas ¡con el móvil! (pues la
situación recomienda no repartir las hojitas) y nuestros feligreses están a la
última en tecnología aplicada a la liturgia. Oramos por las vocaciones, qué es
jueves: “Señor danos sacerdotes, santos y
sabios como eres Tú, y vos María, rogad por ellos, para que sean otros Jesús”.
Y en la misa ya somos unos cuarenta… en agosto, con 39º.
¿Y voy yo a cerrar la
iglesia a los pocos que han quedado fieles?
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Dijo entonces Jesús a los
doce: ¿Queréis acaso iros también vosotros? Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a
quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. (Jn 6, 67-68)
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