A propósito de una
referencia que hice en una homilía a los acontecimientos eclesiales que
celebramos este año (Año de San José, Guadalupense, Compostelano, Ignaciano, dominicano…)
un atento feligrés, al acabar la Misa, entró a la sacristía a recordarme otro “acontecimiento”,
más cercano, del que se cumple este año una fecha redonda: El de la creación
de la parroquia (en términos jurídicos, “erección canónica”). Me quedé un poco
perplejo, pero enseguida eché cuentas y calculé: Si la parroquia fue erigida en
1896, y estamos en 2021, efectivamente la cuenta sale exacta, 125 años desde
aquel mes de julio de 1896 que entró en vigor el “Arreglo Parroquial” que dio a
la diócesis la estructura territorial-administrativa que, más o menos, sigue teniendo al
día de hoy. El autor de aquel “arreglo” fue el obispo Don Pedro Casas y Souto
(1876-1906), controvertida figura del episcopologio placentino, a la vez
“martillo del liberalismo y padre de los pobres” -como reza el epitafio de su
tumba- pero, sin duda alguna, uno de los más grandes prelados que ha tenido
nuestra diócesis. Su nombre alcanzo fama nacional, pues fue también dos veces
senador, una por Guipúzcua y otra por el arzobispado de Toledo.
Don Pedro Casas y Souto Obispo de Plasencia |
En el año 1891 convocó el
IX Sínodo Diocesano, con la finalidad de “hacer frente a los problemas
planteados en los difíciles tiempos modernos”. Uno de los frutos de aquel
sínodo fue la necesidad de una profunda reestructuración territorial de
parroquias y arciprestazgos, pues aún estaban por aplicar en este campo las
resoluciones del concordato de 1851. Es cierto que en los pontificados anteriores
hubo algunas tentativas de llevarlo a cabo, pero todo quedo siempre en
soluciones parciales.
Don Pedro, con gran
sentido y celo pastoral, se dio cuenta que las demarcaciones parroquiales, a
finales del siglo XIX, no respondían ni mucho menos a las necesidades reales de
atención a los fieles. Mientras varios enclaves, de resonancias históricas,
mantenían parroquias, prácticamente sin feligreses, otros habían crecido en
número de almas, pero seguían manteniendo una única parroquia. Valga de ejemplo,
por su cercanía, el de Medellín, que, con unos 1600 habitantes a final del
siglo XIX, conservaba sus cuatro demarcaciones históricas (Sta. María del
Castillo, Santiago, San Martín y Sta. Cecilia); y Don Benito, con un padrón
aproximado en esas mismas fechas de 16.500 habitantes, contaba con una única,
la de Santiago.
Solicitado por parte del
obispo el informe de los arciprestes y del cabildo catedral, y tras ser
aprobado por S.M. la Reina Regente, mediante decreto episcopal de 15 de mayo de
1896, quedaban extinguidas aquellas parroquias consideradas innecesarias, por
su exiguo número de feligreses, y se erigían otras nuevas en aquellos lugares
con más población, y por lo tantos con más necesidad de atención religiosa.
El “arreglo parroquial”
de Don Pedro Casas y Souto, afectó a nuestra ciudad, que ya era cabeza de arciprestazgo
desde 1836, y uno de los más grandes núcleos poblacionales de la diócesis con
señales evidentes de continuo crecimiento. Se crearon pues, dos nuevas
parroquias; una con sede en la antigua ermita de San Sebastián y, otra, la
nuestra, en un templo de –entonces- reciente construcción, levantado gracias a la
munificencia de Doña Consuelo de Torre-Isunza y Alguacil Carrasco, que, en su
legado testamentario, dejó una fuerte suma para la construcción de dos iglesias
en Don Benito, bajo las advocaciones una de Ntra. Sra. del Consuelo (su
onomástica) y otra San Juan Bautista (onomástico de su padre). Esta última
seria “ascendida” a parroquia casi un siglo más tarde.
Doña Consuelo torre-Isunza y Alguacil Carrasco |
En su obra “Recuerdos y
datos históricos de Don Benito”, editada en 1916, D. Pedro de Torre-Isunza
describe en estos términos la entonces “nueva parroquia”: “Esta Iglesia de Ntra. Sra. del Consuelo, constituida en parroquia, con
el título expresado de Santa María, es una verdadera obra de arte de estilo
románico, de piedra de cantería fina con buena torre; compuesto su interior de
amplia nave con crucero, proporcionado presbiterio, de dos sacristías, buen
coro alto, de donde parten las tribunas con sus balcones volados y lujosos,
cuyos lugares son precedidos por escaleras de caracol de gran mérito y coste,
las cuales se elevan para terminar y dar acceso a dos buenas azoteas, que a
cada extremo lateral hay, dando gran novedad a la obra exterior y comodidad a
los que la visitan”.
El arcipreste de
Medellín, Don Eduardo Rodríguez Gordillo, en su obra “Apuntes históricos de la Villa de Medellín” (Edición facsimil.
2015), con el minucioso estilo
descriptivo que le caracteriza, nos ha dejado también noticia de la
construcción de la Iglesia:
“Recientemente se han construido dos magníficas iglesias –en Don Benito- una bajo la advocación de Ntra. Sra. del Consuelo,
al Norte de la población, y otra al Este, bajo la de San Juan Bautista, ambas
preciosas, de muy costosos detalles de ornamentación en retablos, imágenes,
ropas, pulpitos y dos escaleras de caracol, que cada una tiene para subir al
coro y torre; ambas iglesias costeadas con un millón de reales que para construir
cada una, donó en su testamento la menciona Sra. D. María del Consuelo de Torre- Isunza, que murió el
año1876”
El nuevo “Arreglo Parroquial”
entró en vigor el 1º de julio de 1896 y la nueva parroquia se abrió al culto el
martes 7 de julio del mismo año, siendo su primer párroco Don Tomas Sánchez
Hernández.
Desde entonces hasta hoy
han pasado ciento veinticinco años. Ciertamente no puede presentar nuestra
parroquia el “curriculum” de otras con muchos siglos de existencia a sus
espaldas. Pero desde su fundación, con el paréntesis obligado de julio de 1936
a julio de 1938, ha sido, para una amplísima colación de la ciudad de don
Benito, la “Fuente de la Aldea”, como el papa San Juan XXIII gustaba definir la
parroquia, seguramente recordando la fuente de la plaza de su pueblo, donde los
vecinos acudían a buscar el agua que purifica y refresca, preciosa imagen de la
gracia santificante que, en la parroquia, se distribuye especialmente por medio
de los sacramentos, de la predicación sagrada, de la catequesis y de la acción
caritativa.
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