COMULGAR AL MENOS POR PASCUA DE RESURRECCIÓN (2)
Supuestas las disposiciones interiores -según vimos en la catequesis anterior- para acercarse a algo tan sagrado, tan divino, tan vivo y personal como es la Santa Comunión , es
necesario que el “culto interior” se manifieste también en las disposiciones
exteriores del que comulga. Y esto no es cosa de menor importancia, pues en
virtud del misterio de la
Encarnación el culto
debido al Cuerpo Eucarístico de Cristo debe ser necesariamente interior y
exterior. Afirmar lo contrario es caer en un evidente platonismo, espiritualismo o
gnosticismo, que en nada favorece la fe católica.
Actualmente conviven dos formas de
recibir la sagrada comunión, esto es, en
la boca o en la mano.
En algunas ocasiones me han preguntado cual es la mejor. Mi gusto
personal es que de rodillas y en la boca, que es como se ha practicado mas de doce
siglos en la Iglesia, y como han comulgado todos los que hoy son santos. Para
eso devolví hace tiempo el comulgatorio a su sitio, y el que quiere se
arrodilla, porque en su derecho está (y es curioso que es la gente mas joven la que mas lo utiliza) Pero en esto, como en otras cosas, a
un sacerdote no le corresponde transmitir opiniones o gustos particulares, sino la
doctrina vigente de la Iglesia y por eso, mi respuesta a la pregunta de si en
la boca o en la mano, es la que sigue:
Puede haber comuniones en la
mano devotísimas, y también triviales, despectivas y sacrílegas.
Pero exactamente lo mismo puede decirse de la
comunión en la boca. No es mas santa la boca que la mano, ni al revés, y aquí de lo que estamos tratando es de de comulgar con reverencia y respeto.
Ambas formas de comulgar son actualmente legítimas para la mayoría de las diócesis de la Iglesia Católica de rito romano (no en todas está permitida la comunión "en la mano"), pueden
gustar más o menos, pero crear banderas en este tema, como en otros, es hacer
de la Eucaristía, que es Sacramento de Unidad, exactamente lo contrario, y mientras
no se revoquen las normas por quien
puede hacerlo (y las normas en la Iglesia no las dicta el párroco de turno), hay
que respetar la decisión personal de cada uno, eso sí, teniendo en cuenta
siempre estos criterios:
1. Una u otra forma de comulgar deben manifestar el respeto a la presencia
real de Cristo en la
Eucaristía . Por eso, tanto si se comulga en la boca como en
la mano, hay que hacer una genuflexión ante el sacramento o, si no se puede fácilmente,
al menos una reverencia profunda.
2. Hay que pronunciar muy bien el Amén como respuesta a la fórmula del
ministro que distribuye la comunión: “El Cuerpo de Cristo”… (A veces es imperceptible,
o imposible de reconocer lo que se dice. )
3. El fiel que ha recibido la
Eucaristía en su mano, la llevará a la boca antes de regresar
a su lugar, en presencia del ministro, retirándose lo suficiente para dejar
pasar a quien le sigue, permaneciendo siempre de cara al altar. (Personas he
visto que van comulgando por el camino, fruto seguramente del desconocimiento
de lo que llevan)
4. Es tradición constante de la
Iglesia que no se ha de de tomar el pan consagrado directamente
de la patena o copón, sino que se extienden las manos para recibirlo del
ministro de la comunión. (O sea, que del “autoservicio” que se puso en moda
unos años, nada).
5. Se recomienda a todos la limpieza de las manos (hemos visto manos hasta
con “chuletas” a bolígrafo).
6. «Conviene ofrecer a los fieles una catequesis del rito, insistiendo
sobre los sentimientos de adoración y de respeto que merece el Sacramento (Dominicae
Cenae, 11). Se recomendará vigilar para que posibles fragmentos del
pan consagrado no se pierdan».
7. No se obligará jamás a los fieles a adoptar la práctica de la
comunión en la mano, dejando a cada persona la necesaria libertad para
recibir la comunión o en la mano o en la boca.
«Los pastores de almas
han de insistir no solamente sobre las disposiciones necesarias para una
recepción fructuosa de la
Comunión –que, en algunos casos exige el recurso al
Sacramento de la Penitencia –,
sino también sobre la actitud exterior de respeto, que, bien considerado, ha de
expresar la fe del cristiano en la Eucaristía ».
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