Que difícil es levantar,
pero basta un momento para desbaratar.
Mediado septiembre, cuando con nueva ilusión comenzábamos el curso, una llamada telefónica desde el lejano obispado -sin obispo desde mayo- me comunicaba el traslado del vicario parroquial. Mi única pregunta a aquella llamada, que nos privaba a toda la feligresía de un sacerdote fue tan lacónica como el mensaje:.-"Quien vendrá por él" .-"No se ha pensado nada"- fue toda respuesta. "¡Vaya -pensé- derribar muros es mas fácil que construir bellos edificios!"
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