Fiesta de la Stma. Trinidad, "Día Pro Orantibus" en el convento de Santa Teresa de Jesús de MM. Carmelitas. Quisimos unirnos a la acción de gracias de toda la Iglesia por la vida consagrada contemplativa, orando ante el Stmo. y rezando vísperas con la comunidad de la que somos capellanes los sacerdotes de la parroquia. Nos acompaño un grupo de fieles, algunos nos dijo: "Me ha encantado la hora santa. Me he sentido muy a gusto..." Ciertamente en las carmelitas se respira el perfume de la oración.
¡Vosotras sois la sal de la tierra!
La sal presta un servicio humilde y silencioso:
no se sirve en bandejas de plata,
ni se coloca en fruteros generosos
sobre la mesa de un festín.
La sal está presente sin mostrarse.
Para cumplir su misión tiene que disolverse,
desaparecer, morir pero su papel es importante
sin ella los alimentos son insípidos
y las viandas se corromperían con rapidez.
Vuestras vidas silenciosas y humildes
tienen que dar sabor a la existencia de los hombres
porque en sus vidas falta:
la sal de la fe, de la esperanza, del amor.
¡Le falta mucha sal a la existencia de los hombres
En el mundo es imprescindible
la sal de vuestro sacrificio,
de vuestra consagración al Señor,
para que no se corrompa;
para que el mundo guste el sabor a Dios.
Vosotras dais sentido a la vida del hombre,
en silencio,
con la sencillez de vuestra pobreza,
con la humildad de vuestra obediencia,
con la pureza de vuestra castidad.
Pero tenéis que morir al mundo,
disolveros como la sal... desaparecer.
Sólo al precio de vuestro sacrificio callado
serán fecundas:
vuestra fe, vuestra esperanza, vuestro amor;
vuestra vida toda...
Y así seréis la sal de la tierra.
Luego, en el locutorio pudimos felicitar a las monjas, compartiendo limonada y bizcocho conventual.
Una tarde deliciosa.
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