En nuestra ciudad, lo que
se refiere a la festividad del Corpus Christi, con su elemento más peculiar que
es la procesión eucarística corresponde, como es de uso común en lugares con
varias parroquias, a la de Santiago, que es la matriz (es decir, la única
parroquia durante varios siglos, hasta que se erigieron otras). Por eso, una
vez concluida la celebración del Corpus, como comunidad parroquial, nos
disponemos a ofrecer al Señor Sacramentado el homenaje de nuestra piedad, dedicando
al augusto sacramento del altar una “piadosa octava”, (pues ya sabemos que
propiamente, en la liturgia de rito romano solo quedan actualmente las octavas
de Navidad y Pascua).
Esta “octava” nuestra
consiste fundamentalmente en una semana muy centrada en la Eucaristía,
culminando el domingo “octava” del Corpus, con una procesión eucarística, en el
entorno inmediato al templo parroquial, como profesión de fe de la comunidad
parroquial en el “Misterio de la fe”, es decir, en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Un año más, con las
modificaciones que imponen las circunstancias que atravesamos, nos disponemos a
“prolongar” la fiesta del Corpus, a nivel parroquial, con estos días de
oración, alabanza y reparación, en torno al Santísimo Sacramento del altar que
es, en definitiva, el centro de nuestra fe, esperanza y caridad, fuente y
culmen de la vida cristiana.
Ojalá que estos días
eucarísticos, sean también ocasión para que
muchas personas, “desaparecidas” en el “naufragio” que ha supuesto el
coronavirus para la vida de fe en comunidad, regresaran a sus prácticas
religiosas habituales, pues se siente y echa de menos la falta de muchos
feligreses habituales, que no han vuelto por la parroquia desde que comenzó
toda esta situación, que gracias a Dios va pasando, y ya muchos están
vacunados.
En todo este tiempo no
hemos tenido que lamentar ningún percance relacionado con esta enfermedad.
Hemos seguido en todo lo que se refiere a la vida litúrgica normalidad, sin
estridencias, ni imposiciones extrañas, arbitrarias e irreverentes; nuestra
parroquia ha sido un lugar seguro, y en todo momento hemos sentido la presencia
de Dios y la intercesión de la Virgen, evitando los miedos infundados, tan
contrarios a la fe y la confianza.
¿No sería este el momento
de volver a integrarse en la parroquia? ¿Merece Dios que le dejemos a un lado?
Que buena ocasión esta
“octava” para regresar a la oración silenciosa en las mañanas a los pies del
sagrario; a la participación en la misa vespertina diaria, y en el precepto
dominical que nos configura como Pueblo de Dios; a las “horas santas” que tanto
reparan el alma con la adoración y la oración de la liturgia de las horas, que
nos une a la Iglesia universal, al rosario, rezado en comunidad, maravilloso
encuentro con la Virgen cada día antes de la celebración de la misa, a nuestras
devociones particulares...
Ahí os dejo el programa
de la “Octava”, por si a alguien ayuda a seguir manifestando en comunidad la fe
“para que el mundo crea”.
Alabado sea el Santísimo
Sacramento del Altar.
Sea por siempre bendito y
alabado.
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