martes, 23 de junio de 2020

CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES.CRÓNICA DE UNA JORNADA



Con las restricciones a las que nos obliga la pandemia que padecemos, y con todas las precauciones que venimos observando desde que esta comenzó, pero con la devoción y el fervor de siempre, hemos celebrado la “Octava del Corpus”, en el día en que finalizaba el “estado de alarma”, a los cien días justos de su comienzo.

Fiel a la cita anual, el Señor “pisó” la calle, bendiciendo desde el atrio especialmente a nuestra querida feligresía, después de la misa solemne de la tarde del 21 de junio, día que comienza la estación del verano, y el santoral hace memoria de un “mártir” de las epidemias, que siempre han afligido la humanidad, San Luis Gonzaga, que murió a sus 23 años, por prestar auxilio a los infectados de Roma. Así nos lo recordó nuestro párroco en la homilía, invitándonos a mirar su vida como un ejemplo de tantos, en los que se han cumplido al pie de la letra las palabras que Jesús en el Evangelio: “No tengáis miedo”. “Tened solo miedo a los que pueden matar el alma”. No hay mejor remedio para vencer todos los miedos que la Eucaristía celebrada, comulgada y adorada.










La fiesta fue preparada los días previos mediante un triduo eucarístico, que incluyó cada tarde la adoración prolongada de la Eucaristía, el rezo de vísperas, la celebración de la Santa Misa y la recepción del sacramento de la penitencia.

El primer día, jueves 18, la atención se centró en la Eucaristía y el sacerdocio, orando especialmente por las vocaciones sacerdotales, imprescindibles para que podamos tener en nuestros altares la celebración del “misterio pascual de Jesucristo”, que es la Santa Misa, centro y culmen de toda la actividad de la Iglesia, que no puede vivir sin la Eucaristía, porque la eucaristía es Jesucristo mismo, bajo las especies de pan y vino.


El viernes 19, la liturgia nos trajo la celebración del Sagrado Corazón de Jesús, resumen y compendio de nuestra fe, porque es la fiesta del amor de Dios, manifestado en Jesucristo.

Nuestro párroco nos invitó a vivir las dos características principales de esta devoción que son el amor y la reparación, amando a Dios por los que no le aman, y esto especialmente en el Santísimo Sacramento del Altar, según las revelaciones a Santa Margarita María.

Al final se entregó a cada participante el “detente”, uno de los varios signos externos de devoción al Sagrado Corazón de Jesús, “abandonado” como otras cosas buenas y santas, y “retomado”, como otras devociones, en estos días de confinamiento.


Ya el sábado, día dedicado a la Virgen, y este además fiesta del Inmaculado Corazón de María, quisimos honrar a nuestra Señora, con el rezo del Santo Rosario, acompañado de cánticos, y de las reflexiones que Don Juan Manuel iba haciendo a cada misterio, concluyendo con las “Letanías del Inmaculado Corazón de María”, magnifico compendio de la más pura y segura mariología.

En fin, unos días vividos y participados que, como todos los años, reavivan en los corazones el fuego del amor eucarístico, que es de lo que se trata.

Todo esto no es posible sin la colaboración de varias personas que prestan su tiempo y sus cualidades para que todo resulte hermoso y ordenado. A todas ellas desde aquí les damos las gracias por su valiosísima cooperación.

El cronista





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