El 23 de mayo de 2015 se abrió en la
catedral de Plasencia con la solemnidad que merece, la causa de canonización de
los sacerdotes
diocesanos, mártires “del siglo XX”,
eufemismo utilizado para no dañar a quienes son incapaces de reconocer la
verdad, pues los siglos, que sepamos, no martirizan a nadie.
Nada volvió a saberse de aquella causa
y, seguramente hoy, aniversario del martirio del que encabeza la lista de
aquellos sencillos sacerdotes rurales, convertidos por la gracia de Dios en
héroes de la fe -Don Benedicto Barbero Bermejo y 19 compañeros mártires- casi
nadie recordará su entrega sacerdotal -de verdad y no de escaparate como hoy se
lleva tanto- no aparecerán en ninguna “red” ni en medios
habituales de información diocesana, que incluso “hermanos” de presbiterio,
sucesores suyos en las parroquias donde vivieron y murieron, casi que se
“avergonzarán” de pronunciar su nombre e incluso de mantener viva su memoria,
por una falsa “corrección política” que tanto daño hizo y nos está haciendo.
Pero ahí están, dando testimonio
elocuente de que “el martirio es el signo más auténtico de la Iglesia de
Jesucristo: una Iglesia formada por hombres, frágiles y pecadores, pero que
saben dar testimonio de su fe vigorosa y de su amor incondicional a Jesucristo,
anteponiendo incluso la propia vida”
¡Gloria a los mártires de rojas
vestiduras, que brillan con eternos fulgores antes Dios! y que perdonen
nuestras cicaterías e ingratitudes para con ellos, especialmente de sus
hermanos de presbiterio.
¡Don Benedicto y 19 compañeros, rogad
especialmente por nuestra diócesis de Plasencia, tan necesitada de vuestra
intercesión sacerdotal!
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