martes, 27 de agosto de 2024

EL "GRUPO PARROQUIAL" DE LA MISA DE DIARIO

 


Es mi intención con estas líneas rendir un homenaje a la fidelidad de aquellas personas que, incluso cuando el termómetro marca 41º C a las ocho y media de la tarde, no faltan a la cita de la misa diaria en la parroquia de Santa María de Don Benito, donde soy párroco actualmente y, en ellos, a todos los que cada día, en todas las iglesias del mundo,  encuentran en la Santa Misa el centro y la fuente de su vida cristiana.


EL GRUPO PARROQUIAL DE “LA MISA DE DIARIO”

Hace años, cuando el que esto escribe era un joven sacerdote en los inicios de su ministerio, y cuando la Iglesia diocesana gozaba todavía de una cierta vitalidad y capacidad de convocatoria, era la “moda pastoral” (y como toda moda ya caída en desuso, entre otras cosas por el reducidísimo número de sacerdote) organizar el “Día del Arciprestazgo”, celebración que solía tener un carácter festivo-formativo-convivencial.  En nuestro arciprestazgo de entonces, el de Navalvillar de Pela, también se organizaba esta jornada, que era de recibo, pues desde las instancias superiores nos repetían constantemente aquel mantra que “la parroquia no puede ser un reino taifa”; había por eso que conocerse, programar acciones pastorales en común, aunar criterios y “tener conciencia de arciprestazgo”. Lo cierto y verdad es que, en aquellos entonces, sea por la novedad, sea por las ganas de salir de los pueblos, sea porque había más implicación empezando por los sacerdotes que éramos más numerosos, la participación era significativa, acudían gentes de todas las parroquias, que esperaban con ilusión “el día del arciprestazgo”.

No faltaba en esa jornada la típica reunión por “grupos”. Como en nuestras parroquias, todas ellas rurales, no existían “movimientos”, los grupos de trabajo se formaban por lo que era común en todas ellas: catequistas, liturgia, Cáritas, monaguillos, jóvenes, cofradías, limpieza y ornato de los templos…

En una de las reuniones preparatorias del “Día del Arciprestazgo”, al arcipreste, que era Don Juan José Gallego Palomero, hombre dinámico, creativo donde los haya (quizás por eso nunca valorado suficientemente en un mundo “donde nadie es profeta en su tierra”) se le ocurrió que un grupo presente en todas las parroquias era también “EL GRUPO DE LA MISA DE DIARIO”. A todos nos pareció estupenda la idea; y dicho y hecho, también hubo reunión en aquella ocasión del grupo “de los que iban a misa a diario”.

Y es que en todas las parroquias suele haber diversos grupos, que forman parte del entramado de la misma. En las parroquias rurales, que son la inmensa mayoría en nuestra diócesis, no faltan los grupos ya reseñados: catequista hay en todos los pueblos, personas que se encargan del mantenimiento del templo y del culto, lo mismo; no faltan quienes se encargan de administrar los recursos de caridad o los de la parroquia. En las parroquias más urbanas, amén de estos grupos básicos, suelen estar implantados también algunos “movimientos” de carácter supraparroquial según la moda del momento; son grupos que dan gusto a distintas “espiritualidades”, suelen estar unidos a la “sensibilidad” del párroco que los acoge, y se nutren de gentes que van y vienen, aparecen y desaparecen, “buscan y no encuentran” nada a su medida.

Pero de todos los “grupos parroquiales”, el que más parroquia hace, el que más evangeliza porque es el que ora constantemente, el que más busca la gloria de Dios, que es en definitiva el único y verdadero plan pastoral de la Iglesia de todos los tiempos, y el que incluye la finalidad de todos los demás grupos, es el de la misa de diario, fiel donde los haya, sin cambiar de un lugar a otro, venga el cura que venga,  truene o diluvie, marque el termómetro un grado o cuarenta y dos, allí están, cada día, frente al altar, que es donde la Iglesia se construye y vive.

Mi reconocimiento para todas las personas que han hecho de su participación diaria en la Santa Misa el alimento espiritual de su vida, porque han descubierto el “verdadero tesoro”; porque con su presencia diaria y devota, sin protagonismos de ninguna clase son el “alma de la parroquia”, y un estímulo para que los sacerdotes, que somos –o debiéramos ser- los “hombres para la eucaristía”, renovemos y encontremos cada día sentido a nuestra entrega y ministerio.

Doy gracias a Dios por toda esta gente, que en tiempos de pocas fidelidades, en los que muchos han abandonada su práctica religiosa, a la pregunta de Jesús “también vosotros queréis marcharos”, han respondido con su presencia en la misa de cada día, en la adoración eucarística frecuente, y en el rosario mariano “Señor a quien vamos a acudir, solo tú tienes palabras de vida eterna”.

Juan Manuel Miguel Sánchez

Párroco

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