Se cumple hoy, 30 de septiembre , el 85 aniversario del martirio del
que fuera arcipreste de Don Benito y párroco de Santa María.
Don Benedicto Barbero
Bermejo, nació en la villa cacereña de Serradilla el 15 de abril de 1879, en un
hogar profundamente cristiano.
Sintió desde muy niño la
vocación sacerdotal y cuando en su familia quisieron disuadirle, para ponerle a
prueba, respondió con firme resolución: “O estudio para sacerdote o no estudio
carrera alguna”.
Cursó sus estudios
sacerdotales en los seminarios de Coria y Plasencia, y habiendo obtenido la
licenciatura en Teología en la facultad de Salamanca, fue ordenado sacerdote el
24 de mayo de 1902.
Desempeñó sucesivamente
los ministerios de párroco en Cristina, coadjutor en Miajadas y vicerrector del
seminario diocesano de Plasencia, donde dejo honda huella por su competencias y
extraordinarias virtudes evangélicas.
En 1919 obtuvo por
oposición la parroquia de Santa María de Don Benito, la mas densa en feligreses
de la diócesis de Plasencia. Su austera figura de hombre entregado, de bondad
rebosante, dispuesto a darlo todo por sus feligreses, fue causa de admiración,
estima y veneración popular.
El 23 de julio de 1936, a
requerimiento del alcalde, y después de celebrar la última misa entregó las
llaves de su querida parroquia, y fue confinado en su domicilio. Desde allí
escribió a sus familiares “...yo no pienso abandonar esto pase lo que pase”,
frase que revela el deseo de aceptar el martirio con la valentía del buen
pastor que quiere dar la vida por sus ovejas.
El 6 de septiembre fue
llevado a la cárcel común. Por el respeto y veneración que inspiraba, los
mismos milicianos le sugirieron la idea de que se ocultase, y que ellos
cumplirían la misión diciendo sencillamente que no estaba en casa, pero rechazó
la propuesta diciendo: “Yo debo hacer lo mismo que hizo mi Divino Maestro”.
En la cárcel sufrió con serenidad
impresionante los ultrajes que le causaron, gracias a la fortaleza acumulada en
su vida de intensa oración. Incomunicado un tiempo en una pequeña celda, siempre
que hacían la inspección le encontraban de rodillas, con la vista elevada al
cielo, abstraído de lo que pasaba alrededor suyo. Uno de los carceleros aseguró
que en una ocasión al entrar en la celda de madrugada, lo halló levantado del
suelo, en el aire, arrodillado con actitud orante.
El 30 de septiembre de
1936, fue el día señalado para el holocausto. Junto con otros cuatro sacerdotes
y numerosos seglares fue llevado al paredón de fusilamiento por su condición de
sacerdote, pues ningún otro crimen le podían imputar. Bien lo sabían sus
verdugos, cuando al pasar cerca del Hospital de la Cruz roja, le ofrecieron ser
ingresado en él, en un último intento de salvarle la vida; pero una vez mas su
voluntad estaba decidida a apurar el cáliz y respondió: “Me voy con mis
compañeros, que ahora me necesitan mas que nunca”.
En las tapias del
cementerio recibió la descarga mortífera que acabó con su vida. El cadáver fue
hallado separado de los demás, incorporado en un ángulo de los muros del
camposanto, con el rosario pendiente de sus manos sacerdotales en una última
plegaria a la Virgen de las Cruces. Había consumado la sangrienta misa de su
propia vida y ofrenda.
El proceso de beatificación de Don Benedicto Barbero Bermejo y
compañeros mártires, fue incoado en la diócesis de Plasencia el 23 de mayo de
2016.
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