Todas
las actividades que hacemos en nuestra parroquia pretenden siempre tener una
finalidad apostólica y evangelizadora. Siguen vigentes –para mí al menos- los
versos de un himno de aquella antigua Acción Católica que tantos frutos dio de
vida cristiana, santidad y hasta martirio: “Llevar
almas (...) a Cristo, inyectar en los pechos la fe...” Este es en el fondo
el ideal que mueve toda nuestra acción, y por eso intentamos que las
celebraciones que van jalonando el calendario parroquial, vayan siempre precedidas
de una adecuada preparación que nos ayude a interiorizarlas y vivirlas con profundidad y
conciencia.
Por
eso la “Octava del Corpus” –que según pasan los años va ganando en todos los
aspectos como un momento fuerte de la vida parroquial- va precedida de una
semana de preparación, a la que damos el nombre de “Semana Eucarística
Parroquial”, en la que se combinan celebraciones litúrgicas con otros actos de
carácter mas cultural, pero siempre intentando “llevar el agua a nuestro molino”.
Así
ocurrió el pasado sábado con la “Velada Poético-Musical”. Aparentemente un
concierto más de tantos cómo hay en esta ciudad, pero en el fondo un verdadero
acto de exaltación del misterio de la Eucaristía por medio de la música y la palabra.
Lo
bordó el genial Coro Parroquial Santa María del Consuelo, magnífica realidad
que se va consolidado como un verdadero grupo que, a la calidad de sus voces,
une su sentido religioso y de servicio al culto de Dios. De sus filas forman
parte dos poetas reconocidos (con libros publicados), que tiene el don de
transmitir con categoría literaria (avalada por sus premios) la profundidad de
sus vivencias religiosas; nos referimos a Rosario Pinto y Jesús Mandly que,
para la ocasión, compusieron y recitaron ellos mismos los poemas que aquí
consignamos completos, y que sin duda servirán de gozo espiritual y de
meditación.
No
falto la nota entrañable de “Calitos”. En nuestra parroquia –como en la Iglesia en general- el
tema de la “inclusión social” se practica desde siempre, no es algo de ahora,
ni una moda “políticamente correcta”, y por eso “niños” como él han encontrado
siempre un lugar y un servicio que
prestar.
Así lo hace “Carlitos”, con la competencia que todos admiran
en su servicio al altar como diestro acólito, y en esta ocasión también como
“poeta”, que no quiso dejar de homenajear al Soberano Señor Sacramentado en la
“velada” previa a la Octava.
¡A todos nuestra enhorabuena y gratitud inmensa!
ASI CANTARON NUESTROS POETAS A LA EUCARISTÍA
Jesús en el Sagrario
lleno de amor,
da un salto
que te espero
y ven a mi corazón
Carlos Pérez Cortegano
OCTAVA DEL CORPUS
Otra vez, Tú Señor, por nuestras calles
sin cesar de buscar nuestra mirada.
En tu Octava, que quede en mí clavada
la certeza que Tú amas nuestros valles
aún de lágrimas. Señor, cuántos detalles
de pasar del Sagrario a mi morada,
de tragarnos tu Esencia consagrada
y, de amores, en nuestro pecho estalles.
La infinita distancia has hecho corta
y al manjar de ti mismo, Tú, convidas
a las almas y en ellas encerrado
es tu Cuerpo y tu Sangre quien aporta,
sabiendo la aridez de nuestras vidas,
un Amor tan sin fin, tan extremado.
CUERPO DE
CRISTO
Expuesto en el Altar, me miras. Miro.
La frente con pudor, a Ti, levanto
cayendo por mi rostro dulce llanto
y al ver Sacramentado Amor, suspiro.
Mis ojos, con dolor, de Ti, retiro
y entono, cabizbajo, humilde canto
pues de ese blanco Pan, Dios vivo, cuánto
Amor proviene y llama. Y no me giro.
Volver a contemplarte sólo quiero
dejando, al fin, la senda del error
para buscar tu pan como un mendigo.
Si no estoy junto a Ti de ausencia muero.
No dejes que me aleje de tu Amor,
¡si sólo soy pobreza sin tu Trigo!
Rosario Pinto García-Mora
Nunca te fuiste, nunca nos dejaste.
¡Señor mío y Dios mío!
Dulce brisa en las horas de estío.
Zarza ardiente, llama de amor viva
en la intemperie fría
de noches y soledades.
Eres Tú, Jesús, abrazo amigo.
Siempre tan cerca, tan íntimo,
con tu costado abierto
esperándonos para darte.
Pan de Dios bendito y amado,
cuerpo de Cristo resucitado.
Sangre de Cristo, celestial bebida,
que sacia la sed, que sana las heridas.
¡Queda perpetua tu memoria
sobre el altar cada día!
¿A quién iremos, Dios enamorado,
si solo Tú tienes palabras de vida eterna?
Una mujer te mira y reza por sus hijos.
Un hombre de ti espera fuerza y alivio.
Gozan los niños con tus caricias.
Buscan los jóvenes respuestas
y, sinceros, te entregan sus anhelos.
Los mayores confían a tu presencia
su soledad, su familia, sus nietos.
Descansa en ti el pobre su miseria
mientras espera el pan de cada día.
Confiesa el rico su pobreza
y los vacíos que no llena el dinero.
¡Hijo del Padre, bendito hijo de María,
del buen José alegría y consuelo!
¿A quién iremos, Dios enamorado,
Pan del cielo bendito y amado,
si solo Tú tienes palabras eternas de vida?
Jesus Mandly Manso
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