jueves, 16 de octubre de 2014

DEJEMOS DE IMITAR AL BURGEN KING



Este domingo tenemos fiesta en la parroquia (...)

Al ser además el primer domingo de octubre, aprovechamos para iniciar “oficialmente” el curso pastoral. Esto se traduce en celebraciones especialmente solemnes y en un acabar la mañana del domingo con un aperitivo en los salones parroquiales. En la parroquia la misa de las 11:30 es la que podemos considerar misa de las familias con una especial presencia de niños. La de las 13 h., la misa parroquial por excelencia.

A lo que iba. Hace unos días una persona me preguntaba qué pensábamos hacer en la primera misa así “oficialmente” de las familias y en la que además habrá una buena presencia de niños. Que si no sería una buena idea tal vez adornar el templo con globos y carteles, quién sabe si incluso los bancos, o repartir algo a los críos.

A ver. Vamos a ver si nos tranquilizamos. La iglesia lleva celebrando la fe con una riqueza y una experiencia simbólica de veinte siglos. Tanto, que en bodas civiles o ceremonias fúnebres laicas, lo que hacen es copiar los ritos católicos y darles un barniz secular. Veinte siglos celebrando dan para mucho. Lo triste es que a los católicos, ante la idea de solemnizar una celebración litúrgica, en lugar de recurrir a los gestos y símbolos más que contrastados en la historia, lo único que se nos ocurra sea copiar las pueriles ocurrencias de cualquier hamburguesería de moda, que posiblemente sean lo adecuado para ambientar una fiesta de cumpleaños pero nada más.

La liturgia de la iglesia tiene más que previsto y estudiado cómo hacer en verdad una eucaristía solemne. Decía yo a esa persona que si de verdad buscaban una misa especial, de esas que dejan huella, que echaran dos narices a la cosa, preparasen unos buenos monaguillos, un equipo de lectores suficiente y a por ello.


Facilito. Ese día, en lugar de entrada simple desde la sacristía, entrada solemne desde el fondo del templo, con cruz alzada, ciriales, incienso y evangelio en alto. Media docena de monaguillos perfectamente vestidos. Incensar altar, cruz e imagen de la beata. Un canto largo, apropiado. Cirios e incienso para el evangelio, más incienso en las ofrendas, sin olvidar incensar a pueblo y sacerdotes. Canto al menos de aclamaciones y si puede ser del prefacio. Incienso y cirios en la consagración, amén de la campanilla y del incienso… ¿Sigo?

Por supuesto el adorno del templo cuidado al máximo: manteles, flores, cáliz. Copón y patena, corporal y purificadores, al máximo detalle. Los lectores que sepan salir, estar, leer y ¡marcharse!, en fin… cosas sencillas.


Pues no. Mucho mejor los globos como en el Burger King. Pues ya ven. Parece que eso es lo que se llama “actualizar, renovar y poner al día la liturgia”.

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