Como estaba previsto, el pasado domingo 20 de febrero, tuvo
lugar la consulta popular para la fusión de Don Benito y Villanueva de la
Serena en un único municipio. En ambas localidades se alcanzó el mínimo del 66 % de votos afirmativos requeridos para llevar a cabo la unión, que será efectiva de
modo pleno en 2030. En los próximos meses se decidirá el nombre de la nueva
ciudad, que contará con una población que superará los 63.000 hab. convirtiéndose
en la tercera de la Comunidad Autónoma de Extremadura en lo que a habitantes se
refiere.
Crear una ciudad nueva, con lo que esto implica en todos los
órdenes, será un proceso largo, que requerirá una labor inteligente, paciente y
prudente, y, aun con eso, habrán de pasar décadas (yo diría que hasta más de un
siglo) para que se consolide la unión y llegue a ser un verdadero “pueblo”.
Lógicamente ninguno de nosotros, siendo realistas, lo
conoceremos, pues mientras vivamos nos ocurrirá como con el cambio al euro, que
seguiremos pensando en pesetas para saber cuánto cuanto ganamos, hasta donde
podemos abarcar, o si algo es caro o barato; es decir, que los que han nacido
en Don Benito se seguirán considerando mientras vivan de Don Benito y de igual
modo los de Villanueva; y esto con razón, pues así seguirá constando en sus
partidas de nacimiento. Serán las generaciones que nos sucedan las que ya
llevaran en sus documentos, como lugar de su “nacencia”, el nombre la nueva
ciudad, que ya sí será la suya porque Don Benito y Villanueva habrán dejado de
existir, y solo figuraran en los libros de historia. Ojalá que la “comisión de
expertos” acierte con el nombre.
Uno de los temas que habrá de decidirse en un futuro más o
menos próximo será el de la configuración religiosa de la nueva ciudad, pues
como todos sabemos - y a ello dediqué un artículo anterior- Villanueva
pertenece a la archidiócesis de Mérida-Badajoz, y Don Benito, desde sus
orígenes, a la de Plasencia (con sede en la provincia civil de Cáceres). Aunque
hasta el momento no hayamos escuchado una palabra oficial al respecto por parte
de las jerarquías implicadas, la Iglesia no puede ser ajena a lo que está
ocurriendo, porque le interesan sobremanera “los
gozos y las esperanzas, las angustias y las tristezas de los hombres de nuestro
tiempo… Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… se
siente íntima y realmente solidaria del genero humano y su historia” (G.S
1)
Esto quiere decir entre otras cosas que, antes o después -mejor antes que después- nuestros
obispos tendrán que hablar del tema, pues no es cuestión menor, baladí, ni
intrascendente; y tendrán que tomar decisiones, pues está en juego la buena organización
de la Iglesia en territorios que competen a su jurisdicción episcopal, y hasta
su prestigio de cara a la sociedad, como forjadora que ha sido de pueblos a lo
largo de su dilatada historia, y por ello “maestra de humanidad”.
Según lo expresado, y siempre a mi entender particular, podrían
ocurrir por lo menos estas tres cosas que paso a exponer:
PRIMERA: Quedar todo como está y que la nueva
ciudad, en lo eclesiástico, siga “separada”.
Es decir, que lo que hasta ahora era Don Benito siga siendo
diócesis de Plasencia, y lo que era Villanueva de la Serena sea diócesis de
Mérida-Badajoz.
De esta forma el núcleo urbano de X tendría siete parroquias.
Cuatro adscritas a la diócesis de Plasencia y tres a la de Mérida-Badajoz. Las
pedanías dependientes de los antiguos municipios, se mantendrían en las
diócesis de sus antiguas cabezas:
.- Conquista del Guadiana, Gargáligas, Hernán Cortes, Ruecas,
El Torviscal, Valdehornillos y Vivares en Plasencia.
.- Casas del Castillo, Encomienda, Entrerrios, Valdivia y Zurbarán*,
en Mérida- Badajoz.
(*Zurbarán, siendo pedanía de Villanueva de la Serena –ignoro
el motivo- en lo eclesiástico ha pertenecido siempre a Plasencia)
Inconveniente canónico no hay ninguno; es más, existe en
España, al menos el caso de una ciudad con parroquias en dos diócesis, me estoy
refiriendo a El Puerto de Santa María, con once parroquias, diez pertenecientes
a la joven diócesis de Asidonia-Jeréz, y una - Santa María de Valdelagrana- a
la de Cádiz-Ceuta; la razón es que el rio Guadalete, accidente geográfico que
traza la división de ambas diócesis, discurre por el termino municipal.
Si bien esto es legítimo desde el punto de vista canónico, no
creo -es mi opinión- que, a la larga,
sea lo más adecuado desde el punto de vista pastoral.
SEGUNDA: Que la nueva ciudad (con todas sus pedanías)
pase a formar parte o bien de la mitra emeritense-pacense, o bien de la placentina.
A esta situación se llegaría,
es de suponer, después de largas
conversaciones entre ambas diócesis, valorando no intereses humanos, que no
deben ser nunca los de la Iglesia, si no el bien de las almas que vivirán en la
tercera ciudad con más habitantes de Extremadura (mayor incluso que Plasencia),
en una zona estratégicamente situada, en el centro septentrional de la
provincia de Badajoz, llamada a convertirse en el segundo polo económico de la
provincia, y el primero de Extremadura en lo agrícola y ganadero, con todo lo
que esto supone de desarrollo y crecimiento poblacional.
Esta solución implicaría
modificar los limites diocesanos, cosa que compete única y exclusivamente a la Curia Romana (creo que, en
concreto, a la Sagrada Congregación de Obispos) oído el parecer de las partes
implicadas, en este caso las archidiócesis de Mérida-Badajoz y la diócesis de
Plasencia.
Para mí entender es la solución a la que se llegará, no en un
futuro próximo ni a la vuelta de unos meses, pero sí cuando las circunstancias
se impongan, y la realidad no deje otra opción, y sea un sinsentido pastoral la
“bidiocesaneidad” en una ciudad que, posiblemente para entonces, tenga setenta
u ochenta mil habitantes.
TERCERA: Es la que imagino más próxima, intermedia
entre las dos posibilidades anteriores.
Sería la de una situación pastoral, llamémosla “de transición”,
pactada entre obispados, con la implicación de los presbiterios locales, en la
que se dé lugar a una peculiar “interparroquialidad” entre parroquias de diócesis
distintas en una misma ciudad, para asuntos que, necesariamente antes o después,
tendrán que ser comunes en temas cómo burocracia, cáritas, programaciones
pastorales, festividades... por poner algunos ejemplos que se me vienen
inmediatamente a la memoria.
Hoy por hoy las relaciones a nivel eclesial entre Villanueva
de la Serena y Don Benito son inexistentes, pues cada ciudad ha caminado al compás que han marcado sus respectivas
diócesis, que es la forma como se funciona en la Iglesia.
Una excepción a lo dicho – que puede ser un referente adecuado-
es la del llamado Hospital Comarcal Don Benito-Villanueva, a medio camino entre
los cinco kilómetros que separan ambas ciudades, que si bien está en el término
municipal de Don Benito -y por ello en la diócesis de Plasencia- sin embargo,
desde su puesta en funcionamiento, los servicios de capellanía han estado
atendidos por sacerdotes de ambas diócesis sin ningún problema y con un
excelente resultado.
Esta sería una situación de tránsito entre el presente y el
futuro, y es a mi parecer la más conveniente, para dar una respuesta a los retos
pastorales que trae la situación, del todo nueva para todos y también para la Iglesia
en este territorio de Extremadura.
Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, y ellos sabrán dar una
solución adecuada “para gloria de Dios y bien de las almas que tienen
encomendadas”. A nosotros nos toca esperar y, si nos preguntan, aportar nuestro
granito de arena. Por eso, y para si a alguien sirven, ahí quedan estas líneas.
Juan Manuel Miguel Sánchez
Párroco de Santa María
Don Benito.
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