Con no poca frecuencia,
durante el tiempo que llevamos de pandemia, algunos fieles me vienen haciendo
esta pregunta que sirve de título, motivada sobre todo por alguna experiencia
desagradable que les ha ocurrido en iglesias donde, como si de pecadores
públicos y notorios se tratase, les han negado la comunión mientras no
alargaran la mano para recibirla exclusivamente de esta manera. Cómo enseguida
sé de dónde viene la cosa, y por dónde quieren ir, finjo una cierta ingenuidad
socarrona, y suelo responder:
.- Pues comulgar hay que
comulgar “con pureza de conciencia, dignamente preparados”.
A lo que enseguida me
responden:
.- “No, no, me refiero si
¿en la boca o en la mano?”
Y es que aprovechando que
“el Pisuerga pasa por Valladolid”, algunos clérigos se han aprovechado de la
Covic 19 y de los miedos de la gente,
para imponer sus propios criterios y gustos, como si de un canon del derecho
canónico se tratara; y en un ejercicio de absolutismo clerical, al modo del rey
sol, entienden que “la ley, la rúbrica, el código, y toda la tradición
milenaria de la Iglesia soy yo”, y no hay mas.
Y es curioso que sean los
sacerdotes aparentemente más “liberales” (los que eran “mozos” cuando “el
concilio” de sus todas sus incumplidas reivindicaciones), los que se
manifiesten más rígidos en este campo. Y a la hora de administrar la comunión
en “su misa” (pues suelen creer que la misa que es “suya” y no de la Iglesia),
olvidan todos sus discursos edulcorados sobre el laicado, el Vaticano II, la
“Lumen Gentium” y hasta la “Populorum Progessio”, para perder todos los
papeles, y su parlamento buenista y conciliador, si alguno osa abrir su boca y
sacar su lengua, para comulgar como se ha comulgado más de quince siglos en la
Iglesia Católica Romana.
Y estos sacerdotes, que
es común reduzcan la lista de pontífices romanos al actual, se olvidan de las
muchas condenas de “su” idolatrado papa Francisco al mal que ellos mismos
padecen: El “clericalismo”.
En una carta al Cardenal
Marc Oullete, sobre la misión del laico en la vida pública el Santo Padre dice:
“No es nunca el pastor el
que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o
mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen
que decir en los distintos ámbitos los fieles”.
Es una sola muestra, y
las citas podrían ser infinitas en Francisco.
* *
*
No he hecho nunca problema de este tema. Cada uno ha comulgado como ha creído conveniente, dentro de las formas admitidas actualmente. Incluso a petición de algunos fieles se colocó hace años el comulgatorio, para quien quiere comulgar de rodillas, porque están en su derecho, y me parece una muestra de caridad por parte del pastor hacérselo cómodo.
Lo único que hago con alguna frecuencia es recordar cómo se
comulga en ambas formas, para que se haga con dignidad, en una y en otra
manera. Tengo que decir en honor a la
verdad -y doy gracias por ello- que, en esta parroquia, al menos externamente,
la gente comulga muy bien, en la boca o en la mano, cómo decide cada uno; lo
que no quita que siempre haya algún "despistado", al que hay que
enseñar con paciencia, porque es una obra de misericordia muy santa enseñar al
que no sabe, pues además de las obras de misericordia corporales, también
existen las espirituales.
Lo que no puede ser, y es
lamentable y los obispos lo saben, es que muchas personas, de reconocida vida
religiosa y compromiso eclesial, estén sufriendo por parte de algunos
sacerdotes humillaciones públicas en la fila de la comunión, y sean señaladas
ante los demás fieles como “intransigentes”, cuando precisamente los
intransigentes son los que les niegan un derecho, bajo una aparente capa de
salvaguardar la salud de los demás;
porque claro, ellos son los “amigos de la humanidad y de la salud”, y
los que respetamos los derechos de los fieles somos “inhumanos” y “temerarios”.
y parece estamos deseando que la gente se contagie.
Me pregunto: ¿Serían esos
clérigos tan valientes de negar del mismo modo la comunión, a quienes ellos
saben muy bien que no debieran acercarse a comulgar, por otras causas, muy
distintas, pero tan verdaderamente graves que ponen en peligro su salvación
eterna por comer indignamente el Cuerpo del Señor a sabiendas?
Cuanto me gustaría que el Papa Francisco ( y los obispos en lo que les toca como “traditionis custodes” que son) escribiera también un motu proprio tan contundente como el último, “obligando” a todos los sacerdotes de rito romano a celebrar la liturgia según las rúbricas, y no según el “a mí me da la gana”, que es una de la causas por la que hay fieles que han abandonado el “novus ordo” que, mal comprendido y peor celebrado, da pie al clericalismo más exagerado, para volverse al “vetus ordo”, que evita en la liturgia toda posibilidad de clericalismo y de fatuo protagonismo, pues hasta en la orientación del sacerdote, este lo hace como un miembro más del Pueblo Santo de Dios, al que pertenece, aunque con un ministerio específico, pero que dista mucho de ser una especie de “jefecillo” que conduce a su libre albedrío al Pueblo Santo de Dios, como si de pueblo de su propiedad se tratara.
* * *
Pues ya sabéis, a la
pregunta que da pie a estas líneas ¿Cómo se debe comulgar? respondo:
En lo interno con pureza
de conciencia y dignamente preparados. Esto es, sabiendo a quien recibimos, sin
conciencia de pecado grave, y guardando la hora de ayuno eucarístico.
Y en lo externo como
permite actualmente la iglesia y nadie ha derogado: En la boca, que es la forma
de más larga tradición, en la que han comulgado todos los santos; o en la mano,
forma antigua, caída en desuso cuando la teología eucarística fue
evolucionando, y restaurada en la reforma litúrgica realizada tras el Concilio
Vaticano II.
Juan Manuel Miguel
Sánchez
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