Mientras algunos andan en la Iglesia preocupados porque celebremos todos los ritos de la Semana Santa con la mayor "higiene" posible (cuantos curas tan fervorosos ahora de "geles" no han utilizado nunca el prescrito "lavabo" en misa, con el peregrino argumento de que "yo ya me lavo las manos en la sacristía", cosa por otro lado muy dudosa, porque en algunas sacristías no hay ni grifo); otros ponen el punto de sus preocupaciones de estos días en buscar "sucedáneos" a las procesiones, con celebraciones de aquellas que, en los años del "postconcilio", se conocían como "paraliturgias" -que es tanto como llamar "paracorridas" a las populares "capeas" de mi pueblo-; y no sé, dicho sea de paso, por qué tengo para mí, que a los que lo único que les gusta de la Semana Santa son las procesiones -porque no les preguntes que son unos "oficios"- no les va a "convencer" mucho sustituir la procesión por unos rezos en la iglesia.
Mis preocupaciones -como eclesiástico- estos días son otras, y me explico: En lo referente a higiene, antes y ahora, he procurados ser, para mí y para los demás, aseado y tener la iglesia lo mas limpia posible; en cuanto a las celebraciones de Semana Santa "en la calle", creo que las cofradías tienen muy asumido que otro año sin ellas; aquí en concreto las cofradías están celebrando con toda normalidad los cultos cuaresmales a sus titulares, extraordinaria y ordinaria ocasión para retomar la vida cofrade, ponerse de nuevo "las pilas", y seguir haciendo Iglesia desde su misión propia, en la confianza de poder celebrar, al año que viene (D.m) las procesiones que, aunque sean lo mas visible de la cofradía, no es lo único.
Lo que a mi me preocupa de verdad es, por ejemplo, el descenso alarmante de la practica religiosa en nuestras parroquias, manifestada especialmente en el en el "abandono" de algunos sacramentos, que ademas son los llamados "pascuales", y es donde tendríamos que poner el acento, porque sin procesiones se puede vivir cristianamente, pues son una expresión de la fe, pero no esenciales, pero sin sacramentos no, porque son esenciales y necesarios para aumentar la fe y vivir en Gracia.
El año pasado muy pocos de los habituales (que ya son una minoría) cumplieron con el precepto de "confesar al menos una vez al año...", y me temo que este año vamos por el mismo camino (aunque hace pocos días una persona me decía que había recibido cuatro o cinco veces en estos meses, la absolución general comunitaria en su parroquia; le pregunte, con un poco de guasa que no entendió, si es que vivía en zona de guerras, conflictos o terremotos... me miro con cara de sorpresa -sin entender nada- y me respondió con toda sencillez que no, que vivía aquí, y ahí quedé yo la conversación, y aquí la quedo ahora también).
Pero a lo que me quiero referir sobre todo es al sacramento del bautismo, el primero de todos y, estrictamente hablando, el único necesario para salvarse; prácticamente no hay bautizos ( aquí hemos pasado de una media de 85 anuales a 17 el año pasado, y en lo que va de año llevamos ¡uno!), por lo que me temo que los "niños de la pandemia" -llamémosles así- se quedaran, muchos de ellos, sin bautizar; cada cosa, querámoslo o no, tiene su tiempo en la vida y, cuando la fe es "sociológica", la "ilusión" de bautizar a los hijos va disminuyendo conforme va creciendo el niño y deja de ser una "novedad" en la familia. Me imagino que, en el mejor de los casos, pasado el tiempo "natural", dejarán el bautizo para cuando la primera comunión, cosa que a mí particularmente (que lo tengo que hacer con cierta frecuencia) no me convence del todo, porque por mucho empeño que pongamos en celebrarlo con todas las garantías, da la impresión de no ser mas que un trámite para poder comulgar.
Sé que alguien podrá decirme que soy un poco pesimista. No lo sé, lo que si creo que tengo es capacidad de constatar la realidad que vivo, primer paso para poder actuar sobre ella; aunque sé muy bien - porque lo he visto muchas veces- que Dios puede hacer brotar una flor en una piedra, y que esta pandemia, en sí algo muy malo, también está teniendo la capacidad de ser, para quien sabe descubrirlo, un momento de gracia para poner el acento en lo fundamental, y dejar a un lado mucha "hojarasca". Por eso yo sigo intentando evangelizar con la ilusión que puedo, con los medios al alcance de mis capacidades y con otra mucha gente que en esta parroquia quieren ser verdaderos apóstoles. Eso sí, con la sensación de que las "preocupaciones" de quienes nos gobiernan son otras.... porque, a lo mejor, sus "realidades" son mas altas que las mías, tan de tejas abajo como lo son en una parroquia de barrio.
Juan Manuel Miguel Sánchez
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