Tengo una preocupación
que comparto con vosotros: me temo que ante esta posible segunda escalada del
COVID-19 se vuelva a producir el cierre de los templos como ocurrió al
principio de la pandemia. Entonces nos cogió a todos desprevenidos, y quizás
fuese esta la razón por la que nuestras autoridades eclesiásticas tomaron tan
drástica medida.
Con la experiencia durante este tiempo hemos adquirido, y con
las medidas que se vienen realizando en los templos para evitar posibles
contagios, no tendría razón de ser volver a cerrarlos. Pero ante esa tentación
por parte de los enemigos de la Iglesia por una parte, y la ingenuidad de
muchos católicos que no verían en esta medida el peligro cierto de un mayor
enfriamiento de la fe de los fieles cristianos, no estaría de más estar alerta
y rogar a nuestros Obispos que no se dejen engañar con falsos argumentos y
defiendan, con la autoridad recibida de Dios como pastores al servicio del
pueblo de Dios, el derecho a recibir la tan necesaria asistencia espiritual.
Mientras haya razones para mantener los establecimientos para el abastecimiento
de las necesidades del cuerpo, esa misma razón debe aplicarse para no cerrar
los que suponen la asistencia del alma, es decir, los templos. Aunque, como es
lógico y por falta de fe en la eficacia de la asistencia espiritual, haya
muchos que no lo comprendan.
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