lunes, 7 de septiembre de 2020

PREOCUPACIÓN COMPARTIDA



Tengo una preocupación que comparto con vosotros: me temo que ante esta posible segunda escalada del COVID-19 se vuelva a producir el cierre de los templos como ocurrió al principio de la pandemia. Entonces nos cogió a todos desprevenidos, y quizás fuese esta la razón por la que nuestras autoridades eclesiásticas tomaron tan drástica medida. 

Con la experiencia durante este tiempo hemos adquirido, y con las medidas que se vienen realizando en los templos para evitar posibles contagios, no tendría razón de ser volver a cerrarlos. Pero ante esa tentación por parte de los enemigos de la Iglesia por una parte, y la ingenuidad de muchos católicos que no verían en esta medida el peligro cierto de un mayor enfriamiento de la fe de los fieles cristianos, no estaría de más estar alerta y rogar a nuestros Obispos que no se dejen engañar con falsos argumentos y defiendan, con la autoridad recibida de Dios como pastores al servicio del pueblo de Dios, el derecho a recibir la tan necesaria asistencia espiritual. 

Mientras haya razones para mantener los establecimientos para el abastecimiento de las necesidades del cuerpo, esa misma razón debe aplicarse para no cerrar los que suponen la asistencia del alma, es decir, los templos. Aunque, como es lógico y por falta de fe en la eficacia de la asistencia espiritual, haya muchos que no lo comprendan.

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