He de confesar que en la única colecta de cuantas hacemos a lo largo del año que me gusta “echar el kilo” es en la del Domund. Por las parroquias por las que he ido pasando he intentado que esta colecta fuera siempre esplendida, según las posibilidades de cada lugar.
Lo merece la finalidad única de esta campaña, que no es otra que la
propagación del Evangelio, en realidad la única y fundamental misión de la Iglesia y para lo que
fue fundada por Jesucristo; lo merece la labor de los misioneros en las
vanguardias de la Iglesia, que suelen coincidir con los países más pobres del
mundo, con más carencias y necesidades; y lo merecen nuestros hermanos de las
Iglesias más jóvenes, que necesitan el apoyo de las cristiandades más
afianzadas, con más posibilidades y medios.
¡Y lo necesito yo! Porque
la misión es obra de todos, y “¡Ay de mí, si no evangelizare!” (1 cor 9) Y ¡sí!
también hacer llegar los medios materiales suficientes para el apostolado en
los territorios de misión es evangelización, y por eso me parece negligencia, y
hasta pecado, no poner los medios a mi alcance para que la colecta del Domund,
como digo todos los años, “no sea echar
al cesto la calderilla que sobra en los bolsillos” si no una colecta
generosa, esplendida y, si queréis, hasta sacrificada, como el óbolo de la
viuda del Evangelio. Dios lo recompensará abundantemente.
Aquí dejamos constancias
de lo que han sido las colectas del Domund en Santa María, a lo largo de los 14
años de mi rectoría.
Gracias a todos los que las habéis ido haciendo posible.
Juan Manuel. Párroco
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