Desde el día primero de
noviembre, cuelga en los muros de nuestra parroquia, cercano a la imagen de San
Antonio de Padua, un cuadrito de animas, de factura popular, que nos recuerda
este dogma de fe: La existencia del purgatorio y el valor de los sufragios por
los difuntos.
El culto a las animas
benditas estuvo siempre muy vivo en la piedad del pueblo cristiano. El
recordado Don Delfín Martín Recio, en su libro
“Santiago una parroquia con historia” dice al respecto:
“La devoción y el amor
del pueblo cristiano a las Ánimas del Purgatorio es un hecho muy hondamente
arraigado en nuestra conciencia. Coinciden y se potencian en él los
sentimientos humanos con los dogmas cristianos del Purgatorio y la Comunión de
los Santos.
Por ello y de modo
indefectible en todas las parroquias está muy presente el culto y devoción a
las Ánimas Benditas. Nuestros fieles piden, exigen, unos días para honrar a sus
difuntos y unos lugares donde depositar sus ofrendas”.
En Concilio de Trento
(1545-1563) dispuso que en todas las parroquias se estableciese la “Cofradía de
Animas”, con el fin de ofrecer sufragio por los difuntos.
Estas cofradías
promovieron la adquisición de curiosos “cuadros de ánimas”, de muy distinta
calidad y factura, pero en los que siempre puede apreciarse la intercesión de la
Stma. Virgen, en diversas advocaciones, especialmente la del Carmen con el
escapulario, y de los santos más venerados en las diversas comunidades que
encargaban las obras, adaptadas a sus devociones.
La entonces única
parroquia dombenitense, que era la de Santiago, cumplió enseguida la normativa
conciliar tridentina en lo referente al
culto de las ánimas, pues como consta en los libros del archivo parroquial, en
la Santa Visita Pastoral del 3 de mayo de 1583, el Sr. Visitador nombra a Don
Miguel Sánchez Valadés, sacerdote, Mayordomo para las Ánimas del Purgatorio.
Con el correr de los
siglos fueron sucediéndose los diversos mayordomos, siendo el último de que
existe constancia Don Juan Rodríguez de Mera, presbítero, en 1819.
Las consecuencias
nefastas de la Guerra de la Independencia, y el desastre de la desamortización
de Mendizábal, acabó con la vida de estas piadosas instituciones, que quedaron
desposeídas de los medios con los que cumplían sus cargas y sostenían el culto.
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Capilla o "humilladero" de Animas, adosada a la Iglesia de Santiago, al inicio de la calle Villanueva Años setenta |
Desapareció la cofradía en las primeras décadas del siglo XIX, pero no así la devoción a las Animas Benditas, que contó primero con un altar en la iglesia, en capilla fundada en 1632, y luego en el “humilladero” frente a la actual Casa de la Cultura, donde figuraba el clásico relieve de ánimas de los talleres de Olot, sustituido no hace mucho por un precioso oleo de la Virgen de las Cruces.
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Relieve de Animas de los talleres de Olot (Gerona) |
Respecto a la doctrina sobre el Purgatorio, el catecismo de la Iglesia
católica dice lo siguiente :
1030 Los que mueren en la
gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están
seguros de su eterna salvación, sufren después de la muerte una purificación, a
fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama
purgatorio a esta purificación final de los elegidos, que es completamente
distinta del castigo de los condenados.
¿Cómo podemos ayudar nosotros a las almas del purgatorio?
Sigue diciendo el catecismo:
1032 (…) Desde los
primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos, y ha
ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para
que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La
Iglesia recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en
favor de los difuntos:
Oremos pues en este mes de noviembre especialmente por los difuntos. Si los hijos de Job fueron purificados por el
sacrificio de su padre (cf. Job 1,5), ¿por qué habríamos de dudar de que
nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo?
No dudemos,
pues, en socorrer a los que han partido, y en ofrecer nuestras plegarias por
ellos (San Juan Crisóstomo).
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