¿PARA CUANDO TENDREMOS OBISPO?

Es esta una pregunta que nos hacen con alguna frecuencia. La respuesta -al menos la mía- se limita a un encogerme de hombros, porque nadie -ni yo- alcanza a comprender el misterio de porqué, cuando la salida de un obispo de una diócesis casi siempre es previsible (por edad o traslado), no se tiene previsto de igual modo un candidato a sucederle, que sería lo lógico y normal, evitando que las diócesis caigan en un periodo de "letargo pastoral", o queden  a merced de administradores diocesanos que, por muy buena intención que puedan tener, carecen de la gracia del ministerio episcopal, que confiere un plus de ella, sobre todo para tomar con equidad decisiones muy importantes que afectan a la vida de la Iglesia y del presbiterio. Y en eso se nota con diferencia quien es obispo y quien no. Nunca conocí a un obispo solucionar un problema creando otro.

Así las cosas imaginamos que la nunciatura apostólica seguirá trabajando en ofrecer al Santo Padre el nombre de tres sacerdotes (terna), entre los cuales el Papa Francisco designará el que crea mas conveniente, vista su "hoja de ruta" al servicio de la Iglesia. Que el Espíritu Santo lo ilumine.

Sea quien sea el que venga no tendrá una misión fácil, pues nuestra diócesis no es ninguna "perita en dulce". La crisis vocacional ha reducido el presbiterio diocesano, elevando notablemente la media de edad del mismo, y dejado prácticamente vacio el seminario, por referirme solo a la problemática del clero, de capital importancia para el funcionamiento de las diócesis.

Nosotros seguiremos rezando en cada misa para que el Señor nos dé un pastor según su Corazón. Lo necesita nuestra Iglesia diocesana, y especialmente nuestra parroquia, que tanto ha perdido en esta "sede vacante", pues cada día se nota mas la ausencia de un sacerdote, y cada día que pasa perdemos de vista una solución justa.